Paulino de Nola, Teresia y su hijo Celso. Siglos IV y V.

Sus padres le llamaron Poncio Meropio Paulino, pero vamos a llamarle Paulino a secas. Es probable que naciera en Burdeos a mediados del siglo IV y su familia era rica, puede que muy rica, latifundistas y políticos, en una sociedad que cada vez iba deshaciéndose o transformándose en otra. Roma estaba cambiado, era cada vez más vulnerable, las élites políticas, económicas, militares, sociales estaban sufriendo una metamorfosis provocada, en gran parte, por una religión venida de oriente que se había sabido adaptar perfectamente a la enorme tradición del pensamiento greco romano, hasta el punto de hacerlo suyo y transformarlo.

La familia de Paulino era senatorial y poseía grandes latifundios en Aquitania, Campania y hasta puede que en alguna región de Hispania. Nos podemos imaginar grandes villas agrícolas, suntuosas, decoradas con bellos mosaicos y pinturas murales, en las que el niño y el joven Paulino conoció los juegos, la diversión y el placer. En su familia estaban los que se mantenían en las creencias religiosas más antiguas y aquellos que se habían convertido a la religión de Cristo. Ambas creencias parecían coexistir con cierta armonía y respeto, pero el cristianismo avanzaba de manera firme y segura hacía el control total de aquella sociedad. La familia de Paulino era un ejemplo de esta situación; su educación, aunque basada en el respeto hacia los valores políticos, económicos, culturales y jurídicos tradicionales en Roma, fue cristiana. Se convirtió en un incondicional seguidor de la fe de Cristo y de todos aquellos que la propagaban, como los que acabarían siendo los padres de la iglesia.

Uno de sus maestros fue el poeta y sacerdote Décimo Magno Ausonio. Un hombre importante, ministro del emperador Graciano, volcado en el definitivo asentamiento del cristianismo entre las élites romanas.

Y la amistad, importante para una joven de su clase, cultivada y mantenida a lo largo del tiempo. Se puede hablar de un gran amigo, profundamente cristiano también, Sulpicio Severo.

Paulino se convirtió en un buen ciudadano romano, pero también en un fiel seguidor de un cristianismo que le hablaba de las grandes ideas que podían convertir a los hombres en mejores e iguales. Ideas meditadas y sentidas en parte desde hacía mucho tiempo, como las que ya meditó el gran Marco Aurelio.  Muy joven, con poco más de 20 años, fue senador. En el año 379 fue nombrado gobernador de Campania y poco después ascendió al cargo de cónsul de Aquitania.

Puede que en uno de sus viajes a Hispania conociera a Teresia, una joven y rica propietaria hispana. O también puede que la conociera en el territorio que estaba bajo su responsabilidad. Algunas fuentes hablan de la posibilidad de que Teresia hubiera nacido en Complutum. Hay indicios de que se amaban y de que ella era una ferviente y sincera cristiana que influyó decisivamente en la fe de su marido.

Tras la boda, ocurrió un hecho fatal que iba a cambiar la vida de ambos. Estando en Burdeos, Paulino es acusado de matar a su hermano. Se habló de mentiras, de acusaciones dolorosas y falsas, sin pruebas, motivadas por las envidias y la avaricia de sus enemigos. Paulino fue absuelto.

Después de lo vivido, Paulino y Teresia decidieron volcarse en la religión. Tuvieron que vivir una auténtica tragedia, y buscaron el consuelo en ideas que transcendieran la vida mundana. Lo hicieron, abandonando la preocupación por todas sus riquezas y posesiones y dejando su tierra para dirigirse a Hispania. En Hispania vivieron entre los años 391 y 395.

La tragedia o la voluntad de Dios. Casi recién nacido murió, hacia el año 392, su hijo Celso. Teresia quiso que el niño descansara en su tierra, Complutum, junto a unos mártires, Justo y Pastor, ejemplo y motivo de peregrinación para muchos cristianos. Paulino, también era un buen poeta, y dejó reflejada esta decisión en su Canto XXXI: “Quen Complutensi mandauimos urbe propinquiis / Coniunctum tumuli foedere martyribus”.   La ciudad de los parientes, la tumba de los mártires…

En Barcino, la actitud de ambos y las decisiones tomadas en torno a su vida pasada acabaron por reconocerlos como un ejemplo entre los cristianos. Allí, el año 394, Paulino fue ordenado sacerdote por el obispo Lampio.

Ausonio, maestro de Paulino, nunca llegó a entender esta postura. Trató de convencerle de que mantuviera la preocupación por su rica herencia. Le habló mal de Hispania y le recordó las bellezas de la sociedad que había abandonado. La respuesta de Paulino demostró también la calidad literaria de su autor. Habla de Hispania como una tierra bella y llena de grandes y monumentales ciudades. Desde nuestra realidad actual, casi se diría que su respuesta es una guía turística que invita a conocer las bellezas de la Península.

Y por fin, el definitivo viaje a la Toscana y luego a Nola, donde había tenido su residencia cuando fue gobernador de Campania. Paulino y Teresa fundaron un monasterio masculino y otro femenino. Para ambos, la ciudad conservaba además un gran tesoro: la tumba de san Félix, mártir del que eran muy devotos.

Paulino llegó a ser obispo de Nola el año 410. Teresa murió entre los años 409 y 414. Tras la conquista y destrucción de Nola por parte de los visigodos, Paulino consiguió mantener viva la comunidad cristiana de la ciudad.

Paulino murió el año 431 y fue enterrado junto a la tumba de san Félix. La Iglesia le canonizó y su cuerpo fue trasladado a Roma, donde es venerado en la Iglesia de San Bartolomé, en la isla del Tiber.

Paulino de Nola, Teresia y su hijo Celso. Siglos IV y V.

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