Colegio San Ignacio de Loyola y Archivo de la Compañía de Jesús, Alcalá de Henares

Es importante señalar que en Alcalá de Henares sigue existiendo un Colegio de la Compañía de Jesús. Lo digo por aquello de la expulsión de la Compañía en el siglo XVIII y en otros momentos posteriores de la historia contemporánea. Lo cierto es que el actual Colegio de San Ignacio de Loyola y Residencia y Archivo de Jesuitas es es muy actual, pero a su vez es heredero de una importante tradición que se remonta a los estudios de Ignacio de Loyola en la Universidad de Alcalá entre 1526 y 1527 y a su estancia en el Hospital de Antezana. El actual colegio San Ignacio de Loyola y Residencia de Jesuitas en Alcalá de Henares es del año 1953.

Los rígenes en Alcalá de Henares

Llegar a lo que hoy podemos contemplar fue una ardua cuestión de tiempo y de dinero. Todo comenzó allá por el invierno de 1546, cuando la recién fundada Compañía de Jesús (1543), deseosa de propagar las ideas de su fundador, dejó en manos del padre Francisco Villanueva la tarea de levantar un colegio de la Orden en Alcalá de Henares. Pronto se juntó un pequeño grupo de seguidores de San Ignacio, que se asentó, gracias a la ayuda de doña Leonor de Mascareñas (aya de Felipe II), en el lugar conocido como «patio de Mataperros», muy cerca de la puerta de Aguadores. Allí permanecieron hasta 1548, año en el que se trasladan a unas casas del librero Atanasio de Salcedo, situadas fuera de la puerta de Santiago. Pero tampoco era este el lugar adecuado: las viviendas estaban mal construidas y quedaban muy alejadas del centro de la Universidad, el Colegio Mayor de San Ildefonso. La situación se arregló gracias al canónigo de Cuenca Alonso Ramírez de Vergara, que les compró, en 1550, unas casas cerca de la puerta de Guadalajara y dentro del recinto universitario. Es curioso cómo aprovecharon el que su nueva residencia estuviera adosada a la muralla utilizando, por ejemplo, una de las torres como biblioteca.

Todo parecía indicar que las cosas marchaban, aunque pronto se iban a encontrar con un importante obstáculo. Sus planes eran comprar propiedades próximas para construir un nuevo colegio, pero no contaron con la oposición del arzobispo Juan Martínez Guijarro «Silíceo», enemigo acérrimo de la naciente Compañía. Casi como si de un berrinche infantil se tratara, el primado toledano compró, para disgusto de los jesuitas, todas las casas de alrededor, evitando así la ampliación. La situación se mantuvo hasta la muerte de «Silíceo» tras la cual les fue fácil iniciar la edificación de lo que sería el gran Colegio Máximo.

La primera idea fue adaptar las casas a las nuevas necesidades de una comunidad que ya contaba en 1562 con 62 miembros. Hasta 1567, dadas sus dificultades económicas, no se deciden a comenzar las obras de la iglesia. Las trazas fueron encargadas al alcalaíno y jesuita Bartolomé de Bustamante, que las realizó a partir de otras que había hecho el padre Villanueva. Sin embargo, la falta de dinero hizo que los trabajos se pararan cuando sólo estaba empezada la cimentación, situación que se mantuvo hasta que decide hacerse cargo de los gastos doña María de Mendoza. Esta mujer, apodada «la Blanca» por la palidez de su rostro, y que era hija del marqués de Mondéjar y duque del Infantado, dota al colegio, en 1580, con 1.000 ducados de renta anual. Al fallecer, deja a su sobrina, doña Catalina, como encargada de la donación. Esta última, que muere en 1602, agrega a lo que dejó su tía todos sus bienes, poniendo como condición que ambas fueran consideradas fundadoras y enterradas en la capilla mayor de la futura iglesia del colegio.

En 1602, comienza la construcción del nuevo templo aprovechando lo que ya estaba edificado. Se compraron unas nuevas trazas aunque el gran problema para los historiadores siempre ha sido el no saber de quién. La opinión más generalizada da como autor a Francisco de Mora que, para algunos, sólo revisó el anterior trazado de Bartolomé de Bustamante. Sea como fuere, lo que sí hay que reconocer es que este tipo de arquitectura choca un poco con la muy clasicista de Francisco de Mora, sobre todo por la gran cantidad de elementos decorativos de carácter italiano que posee. No hay en cambio dudas sobre quienes fueron los maestros de obras, Valentín de Ballesteros y Gaspar Ordóñez.

El templo estaba finalizado, a excepción de la fachada, en 1620. Es una típica edificación jesuítica, de clara influencia italiana, con forma de cruz latina, capillas laterales comunicadas entre sí y cúpula con linterna sobre pechinas. A ambos lados de la capilla mayor, se abrieron unas sacristías. Encima de las capillas laterales, se pusieron tribunas o balcones, que fueron de hierro hasta que en el S. XVIII fueron transformadas en las que hoy podemos ver, compuestas por balaustres que imitan piedra. Llama la atención el magnífico retablo principal, único que se conserva de los originales, que se construyó entre 1618 y 1630 bajo trazas del jesuita Francisco Bautista. Con esta bella obra, de transición del herreriano al barroco, su autor consiguió el grado de maestro arquitecto. Las pinturas originales del retablo fueron encargadas a Angelo Nardi y las esculturas a Manuel Pereira y Bernabé de Contreras.

La fachada de la iglesia, en piedra berroqueña, fue un auténtico manifiesto de intenciones por parte de los jesuitas. Posiblemente sea la más monumental de Alcalá de Henares tras las de la Universidad y el Palacio Arzobispal, y seguro que esto no se debió al azar. Simplemente, había que dejar claro el importante papel de la Compañía en el universitario mundo alcalaíno del siglo XVII. Tradicionalmente se ha afirmado que fue trazada por Juan Gómez de Mora, sobrino de Francisco de Mora, aunque nunca con total seguridad (incluso se ha llegado a pensar que los planos fueron traídos desde Roma). Trabajó como maestro de obras Bartolomé  Díaz Arias (que además fue poeta y geómetra). Tiene una calle central, acabada en frontón triangular, y dos laterales, separadas por columnas de orden gigante. El segundo cuerpo está unido al primero por aletones y tanto la parte superior como las esquinas aparecen adornadas con pináculos y pedestales acabados en bola, típicos de Juan de Herrera. Las esculturas, que representan en la planta baja a San Pedro y San Pablo y en la alta a San Ignacio y San Francisco Javier, son obra de Manuel Pereira. Los escudos de las calles laterales son los de la familia de las fundadoras, los Mendoza.

Al poco de acabarse la iglesia, los jesuitas decidieron levantar un nuevo colegio. Las obras comenzaron en 1620, siguiendo las trazas de Andrés Ramírez. Era un edificio organizado en torno a dos patios y con una simple fachada de ladrillo. En 1660, se hace cargo del proyecto Melchor de Bueras, bajo cuya dirección se amplía y se labra una nueva fachada más en consonancia con las pretensiones de la Compañía.

En cuanto al título de Colegio Máximo, éste hace referencia a que era el más importante de la gran provincia jesuítica de Toledo. Pronto se convirtió, al amparo de la Universidad, en un influyente centro de estudios filosóficos y teológicos donde se dio una perfecta convivencia entre alumnos y profesores. En él estudiaron hombres tan importantes como el padre Juan de Mariana o Calderón de la Barca. Fue un importante centro de estudios universitarios dedicado a la filosofía y la teología y contó, además, con una de las más importantes bibliotecas universitarias de España (la librería grande, la chica y la situada en la llamada casa de Jesús del Monte en Loranca de Tajuña).

El siglo XVIII, la expulsión

El siglo XVIII va a traer importantes cambios, tanto para la Compañía de Jesús como para la propia Universidad. En 1767, Carlos III decreta la expulsión de los jesuitas y, unos años más tarde, en 1776, una Real Orden destina el antiguo colegio para que se instale la Real Universidad y su Estudio General, es decir, se pretende acabar con la estructura universitaria cisneriana, haciendo desaparecer el tradicional vínculo entre Colegio Mayor y Universidad. El primero seguiría en el edificio de San Ildefonso, mientras que la segunda se trasladaría al de los jesuitas. Esto trajo como consecuencia la necesidad de una importante reforma en el Colegio Máximo. El encargado del proyecto fue el arquitecto Ventura Rodríguez que, prácticamente, transformó la antigua edificación, la cual, además, se dividió en dos partes, vendiéndose una de ellas. Se construyó un nuevo patio, se alzó una magnífica escalera imperial y se reformó la fachada, aunque respetando la antigua portada barroca, despojándola de gran parte de su decoración para que encajara con las ideas arquitectónicas del siglo XVIII. Las obras finalizaron en 1782. Poco duró aquí la Universidad ya que en 1797 es trasladada de nuevo a su antiguo edificio, destinándose a cuartel el colegio de la Compañía.

En 1827, gracias a Fernando VII, vuelven los jesuitas, permaneciendo en su antigua casa hasta la nueva expulsión de 1835. Desde entonces pasó a tener uso militar con el nombre de Cuartel de Mendigorría. Tras ser cedido a la Universidad de Alcalá de Henares, se reformó todo el conjunto en 1990 bajo la dirección del arquitecto Antonio Fernández Alba, para ser adaptado a Facultad de Derecho.

El siglo XX, la recuperación.

En 1953, la Compañia de Jesús regresó a Alcalá de Henares para dedicarse a la educación y a trasmitir los valores de san Ignacio de Loyola. Se creó en la calle cde Santiago, junto a la plaza de Palacio, una Escuela de Primaria.

En cuanto al archivo, en la página guía del censo de archivos de España e Iberoamérica se nos dice:

«Este Archivo fue creado como de la provincia jesuita de Toledo, al iniciarse esta provincia en 1880. Estuvo primero en la residencia de la calle de La Flor, en Madrid, incendiada en 1931. De allí pasó al Noviciado de Aranjuez, actualmente clausurado.

De Aranjuez, en 1932, ante la supresión de los jesuitas de España, se trasladó en gran parte a Chevetongne (Bélgica). Concluida la guerra civil española y al volver los jesuitas a España, quedó instalado en el antiguo Colegio de Chamartín (Madrid).

En 1955 se trasladó su sede actual, de Alcalá de Henares al inaugurase el nuevo edificio como Facultad de Filosofía.

El año 2004 se enriqueció, uniendo los fondos que había en el Archivo de la provincia de Castilla. En 2014 se incorporaron los archivos de la mayor parte de las curias de las provincias que se integraron en la de España. Por ello, desde 2014 es el Archivo Histórico principal de la provincia jesuita de España, si bien existen otros archivos en Loyola (Guipúzcoa) y Barcelona.

Contiene fondos antiguos de la historia de los jesuitas en España y también en sus misiones en América Central y del Sur, China, Filipinas, Japón, etc. A ellos se fueron sumando otros documentos de interés general para la Historia de la Iglesia y de España.

La mayoría de los documentos de la antigua Compañía fueron donados por don Francisco Javier Bravo, el mismo que cedió el fondo ‘Jesuitas’ en el Archivo Histórico Nacional, y otros similares de la Real Academia de la Historia, la Biblioteca Nacional y de Palacio».

El actual colegio

El edificio donde se asienta el colegio se construyó en 1953 a las afueras de alcalá de Henares, en el Campo del Ángel como Residencia de Jeszuitas y Archivo de la Provincia de España de la Compañía de Jesús. En 1955, se convierte en Facultad de Filosofía para jesuitas, siendo lugar de formación de muchos jóvenes miembros de la Orden. En el curso de 1970-1971, se formó en la facultad Jorge María Belgoglio, actual Papa Francisco.

Con el tiempo, la pequeña escuela de la calle de Santiago fue creciendo y se convirtió en el actual Colegio San Ignacio de Loyola, trasladándose al actual edificio, iniciando su primer curso en el año 1970. Desde entonces, la gran construcción del Campo del Ángel albergó al colegio, la residencia, la facultad y el archivo.

El Colegio San Ignacio de Loyola abarca actualmente las etapas de Educación Infantil, Primaria, Secundaria y FPB de Electricidad y Electrónica. Más de 700 alumnos, 63 profesores y profesoras, además de un amplio equipo de administración y servicios y jesuitas que acompañan la vida escolar.

Colegio San Ignacio de Loyola y Archivo de la Compañía de Jesús, Alcalá de Henares

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