Iglesia del Colegio Máximo de la Compañía de Jesús, Alcalá de Henares

A partir de la aprobación de la Compañía de Jesús en 1540, Alcalá de Henares se convirtió en uno de los objetivos fundamentales de la institución religiosa fundada en 1534 por Ignacio de Loyola. En 1546, de la mano del padre Francisco Villanueva, nacía el nuevo colegio de la Compañía en Alcalá, situado en sus orígenes junto a la puerta de Aguadores. Desde este lugar, conocido como “patio de Mataperros”, el nuevo colegio pasaría, en 1548, a unas casas del librero Atanasio de Salcedo, situadas extramuros de la puerta de Santiago, y en 1549 a otras situadas muy cerca de la puerta de Guadalajara, en la calle Libreros.

Tras este último traslado, ya asentado definitivamente el Colegio Máximo de Alcalá de Henares, comenzaron las diferentes fases constructivas de un conjunto arquitectónico que llegó a rivalizar en esplendor y riqueza con el propio Colegio Mayor de San Ildefonso.

Al comienzo, como era de esperar, las dificultades económicas fueron muchas y por ello no fue hasta 1567 cuando la Compañía se decidió a iniciar las obras de la nueva  iglesia de colegio. Las trazas fueron encargadas al alcalaíno y jesuita Bartolomé de Bustamante, que las realizó a partir de otras que había hecho el padre Francisco Villanueva. Las obras comenzaron en 1572 gracias al patronazgo de doña María de Mendoza. Esta mujer, apodada «la Blanca» por la palidez de su rostro, era hija del marqués de Mondéjar y duque del Infantado y dotó al colegio con 1.000 ducados de renta anual.

Sin embargo, de nuevo las dificultades económicas provocaron que los trabajos se pararan cuando sólo estaba comenzada la cimentación, Gracias a doña Catalina de Mendoza, sobrina de la anterior patrona, pudieron continuar las obras. Muerta en 1602, agregó a lo que dejó su tía todos sus bienes, poniendo como condición que ambas fueran consideradas fundadoras y enterradas en la capilla mayor de la futura iglesia del colegio.

En 1602, se reanudó la construcción del nuevo templo aprovechando lo que ya estaba edificado. Se encargaron unas nuevas trazas, aunque el gran problema para los historiadores siempre ha sido el no saber con seguridad a quién. La opinión más generalizada da como autor a Francisco de Mora que, para algunos, sólo revisó el anterior trazado de Bartolomé de Bustamante. Trabajaron como aparejadores Bartolomé Díaz Arias y Gaspar Ordóñez y como maestros de obras Juan de Loriga, Juan Francisco Castella y Juan Díez. La carpintería corrió a cargo de los jesuitas Francisco Aguado y Francisco Bautista.

Una vez finalizado el templo a excepción de la fachada, se inauguró el 25 de abril de 1620.  Se construyó como una característica edificación jesuítica, siguiendo el ejemplo de las obras de Vignola para el Gesú de Roma: con forma de cruz latina, capillas laterales comunicadas entre sí y cúpula con linterna sobre pechinas. A ambos lados de la capilla mayor, se abrieron unas sacristías. Encima de las capillas laterales, se pusieron tribunas o balcones, que fueron de hierro hasta el siglo XVIII cuando se reconstruyeron como balaustres que imitan piedra.

Llama la atención el magnífico retablo principal, único que se conserva de los originales, que se construyó entre 1618 y 1630 bajo trazas del ya mencionado jesuita Francisco Bautista. Con esta bella obra, de transición del herreriano al barroco, su autor consiguió el grado de maestro arquitecto. Las pinturas originales del retablo fueron encargadas a Angelo Nardi y las esculturas a Manuel Pereira y Bernabé de Contreras.

La fachada de la iglesia, en piedra berroqueña, fue un auténtico manifiesto de intenciones por parte de los jesuitas. Posiblemente sea la más monumental de Alcalá de Henares tras las de la Universidad y el Palacio Arzobispal, y con seguridad esto no se debió al azar. Simplemente había que dejar claro el importante papel de la Compañía en el mundo universitario alcalaíno del siglo XVII. Tradicionalmente se ha afirmado que fue trazada por Juan Gómez de Mora, sobrino de Francisco de Mora, aunque nunca con total seguridad (incluso se ha llegado a pensar que los planos fueron traídos desde Roma). El precio de la obra fue de 11.000 ducados. Cuenta con una calle central, acabada en frontón triangular, y dos laterales, separadas por columnas corintias de orden gigante. El segundo cuerpo está unido al primero por aletones, y tanto la parte superior como las esquinas aparecen adornadas con pináculos y pedestales acabados en bola, típicos de Juan de Herrera. Las esculturas, colocadas en 1624, que representan en la planta baja a San Pedro y San Pablo y en la alta a San Ignacio y San Francisco Javier, son obra de Manuel Pereira. Los escudos de las calles laterales son los de la familia de las mecenas y promotoras de la obra, los Mendoza.

Tras ser expulsados los jesuitas en 1767, la iglesia quedó sin culto. Tras diferentes vicisitudes, entre de 1770 y 1771  la iglesia de la Compañía en Alcalá de Henares fue vaciada de ornamentos, alhajas, adornos y reliquias, como las famosas Santas Formas, trasladándose casi todo a la iglesia de los Santos Niños. Muchos de los cuadros que aun quedaban en 1775 fueron trasladados a la Real Academia de San Fernando.

Debido a la reforma de los estudios universitarios en 1776, el Colegio Mayor de San Ildefonso y la Universidad quedaron separados, pasando esta última al antiguo Colegio Máximo de la Compañía. La iglesia del colegio se convirtió en capilla universitaria y Paraninfo.

En 1827, los jesuitas, tras la restauración de la orden en 1814, recuperaron su antiguo colegio de Alcalá de Henares, donde permanecieron hasta la nueva supresión de la Compañía en 1835.

Posteriormente, tras los procesos de incautación, venta y desamortización de 1835 y 1836, el colegio se convirtió en cuartel de Caballería y la iglesia comenzó a ser utilizada como almacén, aunque hubo relativa suerte porque se conservaron los retablos que aun quedaban en el templo. Gracias a que acabó siendo cedida al arzobispado de Toledo, se salvó de una muy posible destrucción. A partir de 1861, fue restaurada la cúpula, el coro, las tribunas… Las obras fueron largas y el renovado templo no se inauguró hasta 1876.

En 1901, ante la falta de fieles, fue suspendido el culto en la iglesia, aunque, debido al mal estado de la Magistral, en 1902 el antiguo templo de los jesuitas fue convertido en Magistral interina, permaneciendo como tal hasta 1931. En marzo de 1936 se produjeron diferentes saqueos, perdiendo la iglesia los cuadros que quedaban del retablo mayor. No se sabe con seguridad si fueron quemados o robados. Durante la Guerra Civil, sirvió de silo y cochera. A partir de 1939, tras la destrucción de los principales templos de Alcalá de Henares, la iglesia se volvió a convertir en Magistral interina, además de parroquia única de la ciudad.

Con la restauración de la Magistral y la parroquia de San Pedro, la iglesia de la Compañía de Jesús comenzó su actual etapa histórica, convirtiéndose en 1963 en sede de la parroquia de Santa María.     

Mención aparte merece la Capilla de las santas Formas. En 1688 finalizó la construcción de esta gran capilla situada en el lado del Evangelio de la iglesia del Colegio Máximo de la Compañía de Jesús. De autor desconocido, en su construcción se siguió un modelo de planta central. Tiene forma de cruz griega, aunque el desarrollo del conjunto se estructura en dos ámbitos debido a la capilla de la iglesia, de planta rectangular, a la que se unió. La cubre una excepcional cúpula sobre tambor y linterna, que levanta su media naranja sobre el cielo alcalaíno libre de tapujos arquitectónicos, conformando uno de los más bellos paisajes monumentales de la ciudad. Aunque quizá el elemento más sorprendente de esta cúpula sea su decoración interior. Poco se sabe de la contratación y realización de estas pinturas, aunque es posible que, como atestigua Elías Tormo, interviniera en ellas, al menos en primera instancia, el pintor Juan Cano Arévalo. La obra, como ocurre en otros conjuntos de pintura mural madrileña de superior categoría (San Antonio de los Alemanes), pudo ser realizada en varias fases, acabando y firmando el conjunto Juan Vicente de la Ribera. En todo caso, la intervención de Cano Arévalo no pasaría más allá del año 1690.

En 1786, la obra se completó con unas vidrieras, trabajadas por Pedro de los Ríos, que se situaron en las ventanas de la media naranja y la linterna. De esta época son los añadidos, no de muy buena factura, que representan fustes decorados con guirnaldas y columnas salomónicas.

Entre 1714 y 1718, se amplió el conjunto añadiéndose a la capilla una nueva sacristía. La obra, según constata Portilla y Esquivel en su Historia de la ciudad de Compluto, se debió a la iniciativa del jesuita fray José Cassani, «académico de la Academia Real de España y catedrático de matemáticas». El conjunto se desarrolló en forma octogonal, cubriéndose con cúpula oval y linterna. Hacia mediados del siglo XVIII, la sacristía se transformó en camarín de las Santas Formas. Este hecho motivó que se construyera un transparente en el altar de la capilla, situado de tal manera que recibía directamente la luz de las amplias ventanas del tambor. El altar fue realizado en 1751 siguiendo las tendencias decorativas del último barroco español.

Tras la expulsión de los jesuitas en 1767,  la capilla de las Santas Formas se trasformó en la sacristía de la iglesia. A finales del siglo XVIII, Manuel Machuca y Vargas realizó obras de restauración y suprimió el altar. Por último, en los años 90 del siglo XX, el conjunto fue rehabilitado según proyecto de los arquitectos Emilio Tuñón Álvarez y Pedro Iglesias Picazo. Tras la última restauración, ha recuperado el culto y está a cargo de la Adoración Eucarística Perpetua.

Enrique M. Pérez

Iglesia del Colegio Máximo de la Compañía de Jesús, Alcalá de Henares

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