VIENTO DEL ESTE
Siempre quise saber de dónde venía el viento. Cuando me levantaba, lo primero que hacía era asomarme a la terraza y mirar cómo se movían las hojas de los árboles. Pero no crean que mi interés duró mucho tiempo; quizá sólo lo suficiente como para averiguar, y reconozco que con bastante esfuerzo, por ejemplo que los anticiclones venían de las Azores. Un poco después, aprendí que también había viento que venía del este, que además, curiosamente, se mezclaba con el del oeste formando un formidable batiburrillo de vientos de lo más atractivo y sano para nuestra atmósfera.
La curiosidad acabó por llevarme a leer una gran obra literaria de una autora norteamericana llamada Pearl S. Buck: “Viento del este, viento del oeste”. Y sólo lo hice por el título, pero detrás encontré un bello relato que hablaba de cosas íntimas, de mezcla y tolerancia y de libertad. Si se preguntan que por qué les cuento esto, sólo les puede decir que hace unos días recordé aquel libro y mi antigua curiosidad hacia el viento cuando andaba dándome un paseo por el este más cercano a la capital de nuestra Comunidad. Se me ocurrió pensar en aquella frase, antológica y reivindicativa, que decía “el sur también existe”, la coloqué en el este, y les puedo asegurar que le cuadró como anillo al dedo.
El Madrid, casi de leyenda, nacido de la inmigración, del desarraigo, del mal trabajo, del paro y de tantas y tantas injusticias y grandes sueños va dejando de existir y aquellos barrios y pueblos del extrarradio, que se hicieron de la mano de especuladores y de la necesidad, se van trasformando en lugares llenos, en el mejor sentido de la palabra, de humanidad. Los pueblos y ciudades de nuestro este cambian y el otro día, cuando me paseé por sus calles, fue fácil percibir que de aquellos caóticos, mezclados y esperanzadores vientos que llegaron en aluvión ha surgido una tierra cada vez más positiva y orgullosa.
Enrique M. Pérez.