El Callejón del Peligro, Alcalá de Henares

Un día cualquiera del invierno de 1605, de noche y no queda sino batirse, es la única solución a la afrenta y ni uno ni otro se reconocen como culpables. Lo prohíbe la ley, pero el honor manda y es obligado decida la espada ropera y la daga.

El lugar, el de siempre, el Callejón del Peligro, casi a oscuras y cerca de sagrado, por si acaso. En Alcalá no es un problema, conventos alrededor no faltan. Las escuelas de esgrima proliferan en la villa universitaria y ambos son diestros en la materia, aunque, a pesar de las rígidas normas, la realidad impone que todo vale a la hora de defender el honor y la vida. Los trucos son muchos y también está la capa, que enrollada en un brazo nos protege o, lanzada y volteada al aire, puede despistar y entorpecer la lucha del adversario.

Un lugar de muerte y de rencor, oscuro, sucio y estrecho, donde estudiantes, caballeros, villanos y todo tipo de personas desahogaban sus deseos de venganza con las armas. Peleas, trifulcas, robos, asesinatos, duelos y demás pendencias ejercían su ritual en este lugar sin apenas control de la autoridad.

El Callejón del Peligro, Alcalá de Henares

Duelo,o «duello», una palabra y una costumbre traída por los soldados españoles de los Tercios que sirvieron en Italia. Popularizaron resolver las afrentas de esta trágica manera, antes en Castilla era costumbre de caballeros, que se batían en buena lid.

Nuestro Callejón del Peligro se situaba entre la calle Mayor y la de Escritorios, en parte del espacio que hoy ocupan edificios al oeste de la plaza de los Irlandeses. Una entrada angosta, como correspondería a un adarve de tradición judía, que daba paso a corrales con salida a la citada calle Escritorios a través de otro adarve. Un urbanismo de origen medieval que se desarrolló en el antiguo barrio judío como un confuso laberinto de estrechas entradas y escondidos patios.

En algún momento del siglo XVII se cerró el callejón, posiblemente ya construido el Colegio de los Irlandeses (después de 1652), y precisamente la excusa fue la presencia de dicho colegio. Un pleito de Beatriz de Silveira, esposa del fundador de los Irlandeses, Jorge de Paz Silveira, acabó cerrando este popular paso entre la calle Mayor y la de Escritorios, acabando además con los peligros a los que hacía referencia su nombre. Hubo quejas, que se escudaron en el cierre del paso entre las dos importantes calles a las que se abría el callejón, obligando a los transeúntes a utilizar la calle de los Manteros (actual Carmen Calzado).

Muy cerca del antiguo Callejón del Peligro se situó la Posada de la Parra, uno de aquellos hospedajes donde malvivían peregrinos, gentes de paso o estudiantes pobres. Como en la hospedería de estudiantes de la que habla Francisco de Quevedo en el capítulo dedicado a Alcalá de Henares en El Buscón.

Se tapió el callejón (que se mantuvo hasta mediados del siglo XX), se construyó una tapia de ladrillo en la calle Escritorios (de la que queda algún resto en el muro que podemos ver junto a donde se situó la iglesia del antiguo Colegio de Irlandeses) y se acabó construyendo sobre los antiguos corrales y adarves.

El Callejón del Peligro, Alcalá de Henares

En los años ochenta del siglo XX se construyeron los edificios de la actual plaza de los Irlandeses, reemplazando al Calléjón del Peligro, a la Posada de la Parra y a la antigua huerta y parte del claustro del Colegio de Irlandeses. En la entrada a la plaza desde la calle Mayor se conserva una antigua puerta que cerraba el acceso al interior. Junto a ella, una placa con la siguiente leyenda: «La Posada de la Parra y el callejón del Peligro con el Patio de los Irlandeses son mi gozo y mi retiro»

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