El barómetro del Círculo de Contribuyentes
Había una vez un emprendedor suizo llamado Carlos Eduardo Lardet y Bovet, nacido en Fleurier, una pintoresca población situada en el Val-de-Travers junto a la frontera con Francia. Y, cómo no (ya saben la estrecha relación de Suiza con el mudo relojero), se dedicó a la relojería. En su ciudad natal fundó su primera marca de relojes, una actividad en la que le fue muy bien, hasta el punto de poder compaginar su trabajo con su afición por viajar, especialmente a la todavía pintoresca y romántica España.
Se estableció en nuestro país, sin olvidar al suyo, del que llegó a ser cónsul general en España en 1877. Residía en Madrid y participaba en tertulias, eventos culturales, celebraciones y diferentes actos sociales, y pronto adquirió fama como uno de los relojeros de referencia en Madrid. Estableció su negocio en la calle de la Victoria, entre San Jerónimo y la calle de la Cruz, importante y costumbrista calle de tabernas adornadas con preciosos azulejos, y establecimientos como La Fontana de Oro, donde los intelectuales de la época, como Galdós, se afanaban en buscar, entre vino y vino, la clave para modernizar nuestro país.
Más tarde, su glamurosa relojería pasó a la calle Preciados, y allí permaneció hasta que el signo de los tiempo acabó con ella. Entre tanto Carlos Eduardo Lardet tuvo un papel importante en las relaciones comerciales hispano suizas, promoviendo la firma de diferentes tratados comerciales entre ambos países.
Su relación con Alcalá de Henares nació a través de Manuel Laredo. Posiblemente se conocieron en uno de los muchos eventos culturales o sociales de la capital en los que ambos participaban. El caso es que en 1887, Carlos Eduardo Lardet actuó como prestamista de Manuel Laredo para financiar el sueño romántico de este último: su castillo palacio de Alcalá de Henares. Don Manuel, agradecido, le cedió el uso de una estancia de su nuevo palacio para que tuviera un lugar de descanso fuera de la capital, pudiendo hacer uso, además, de los jardines y otros entretenimientos de la finca. Y así fue, la presencia de Carlos Eduardo en Alcalá de Henares comenzó a ser habitual y, es más, llegó a ser uno de los grandes valedores de la ciudad. En 1895, la situación económica de Manuel Laredo era tan mala que acabó vendiendo su palacio y finca a Carlos Eduardo. El suizo la convirtió en su villa de recreo habitual fuera de Madrid, una especie de paraíso por donde llegaron a pasar personalidades tan importantes como Cánovas del Castillo.
Su gran relación con la burguesía alcalaina de finales del siglo XIX o principios del XX le llevó a colaborar en curiosos proyectos como el del barómetro de una institución nacida de la alta sociedad complutense de la época: el Círculo de Contribuyentes. Nacido en 1890 como Casino Mercantil, se trasladó en 1893 a su actual sede de la Plaza de Cervantes. El edificio, obra de Martín Pastells, es una bella muestra de la arquitectura neomudéjar en Alcalá de Henares. Y es aquí donde Lardet puso su granito de arena para dar sentido práctico y belleza al edificio: fabricó el magnífico barómetro que se sitúa sobre la entrada principal del Círculo de Contribuyentes.
Un instrumento bello, pero también muy práctico en aquella sociedad donde la agricultura era fundamental. Un aparato que podía predecir las posibles variaciones climatológicas tuvo que ser recibido por los alcalainos de la época con orgullo, al posibilitar que la ciudad contara con los últimos avances técnicos en la materia.
Se trata de un barómetro de tipo aneroide de forma circular, en el que podemos ver la escala barométrica y las indicaciones Tempestad, Lluvia y Viento, Variable, Buen Tiempo, Muy Seco. Su mecanismo se puede observar en una abertura acristalada situada en el centro de la esfera. Aparece firmado por C. E. LARDET MADRID.
Carlos Eduardo Lardet y Bovet murió en Madrid en 1904 y fue enterrado en el Cementerio Británico de la capital.