Francisco de Quevedo y su visión crítica de la sociedad española

Francisco de Quevedo y su visión crítica de la sociedad española

Francisco de Quevedo fue un escritor crítico, muy crítico, con la época que le tocó vivir. Supo como nadie utilizar la sátira, la ironía y la inteligencia para atacar usos, costumbres, malos hábitos y actitudes poco éticas de aquel momento histórico en el que, con los Austrias menores, el país sufría de una manera crónica la falta de un buen gobierno.

Leyendo retazos, partes del tomo XI de las «Obras Inéditas de Don Francisco de Quevedo» (edición de Madrid, 1794), me he encontrado con Alcalá de Henares, con referencias a su antiguo Colegio del Rey y con la amarga visión de lo que ocurría en nuestro país.

En esta obra, la prosa de Francisco de Quevedo se acerca a la crónica periodística, al duro y airado artículo de opinión de quien está a punto de reventar debido a tener conciencia de lo que le rodea. Aquel joven estudiante de Alcalá ha ido cambiando y curtiéndose con la realidad. Se percibe la madurez de una persona que se siente con el derecho a no estar de acuerdo, a quejarse. Y lo hace con rabia, pluma rápida, gracia, innovando y burlándose, aunque también con la fuerte sensación de un hondo pesimismo.

Aquí tienen algunos retazos:

«Facilitó esta resolución, y levantó esta cantera el Presidente Acevedo, á quien yo era desapacible;  porque siendo yo Montañés,  nunca le fui á regalar la ambición que tenia de mostrarse por su calidad superior á los que en aquellos solares no reconocemos á nadie. Fué mi culpa, que le conocí en Alcalá criado del Maestro Pedro Arias en el Colegio del Rey, y no se aseguró de mi memoria, porque consigo ha pretendido olvidarse de haber sido antes de la medra, y quisiera hacer creer á España que no nació de su fortuna. Llamome la junta del Duque con una carta, y vine de la Torre, donde estuve en mi casa por cárcel. Tomóseme mi declaración de las cartas que se hallaron mías, y después de haberla hecho, dieron sus cargos á todos, y á mí solo no me le hicieron dándome por libre.

De suerte que en mis cartas no se vio necedad, ni se acusó delito. No lo digo esto por alabanza sino por respuesta, y relación forzosa. Ni sé yo que sea modestia levantarme testimonios, ni callar lo que me defiende la honra y la opinión; que si bien es estragada y perseguida, no infamada con nota de mala voz. – … Al Duque de Uceda , desacompañado ya del puesto que tuvo y de la soberanía, su Majestad le despenó de andar por Madrid hecho escarmiento, y desengaño…»

«Un estudiantillo de encaje de lechuza, hijo de un Librero de Alcalá? Ese propio, respondió Don Blas; y por hacerse copia de Lope de Vega, se ordenó, y sin duda presto se echará el Frey, por no quitarle pizca. Hízose Doctor por equivocarse con Mesqua; y por no echar más dinero á mal, no truxo graduada la mula de alquiler. A este pues llaman Hominicaco, por lo chico, y por los hurtos, porque se le averiguó que aruñó una comedia entera á Villayzan, y el primer testigo de toda excepción, fue lo que había escrito antes, y lo que escribió después, y ahora para enmendallo, y ostentar su suficiencia, ha hecho este libro, que intitula Para todos: en él hay novelas, autos sacramentales, sátiras, declaración de la Misa, comedias, instrucción de Predicadores, almanakes , reportorios, amores, y questiones Teólogas, junta los Santos con los vergantes, cita batidos los Idiotas y los Filósofos; los chocarreros y los Padres de la Iglesia, alaba al Autor de la Nacaracuza, como al de la Iliada ó Eneyda, celebra al Autor de los tórligos, mórligos, turigimorlos, chinchirimallos, turigurimallos, mucho más que al de Pimandro, y con palabras que aun le arrastrarán á Aristóteles : de manera que este no es libro, sino un coche de Alcalá á Madrid, donde se juntan y embuten dándose hombro con hombro una vieja, una niña, la buscona, un tratante, el corchete, la alcahueta, y capigorrón: y es azúcar de retama, donde son más las pajas, los palos, las moscas muertas, la basura y el estiércol, que lo dulce. El pobre en lo que escribe parece hombre que pelea de tejado, que tira quanto se topa con la furia, el vidrio quebrado, los cascos de la olla, las calzas viejas, el estropajo, y la urraca muerta. Pues ver las márgenes verveneando de Autores, que parecen propiamente márgenes  de laguna, donde se junta la hortiga, el romero, la juncia y la adelfa. Allí se ve junto á Séneca con Barbadillo : Roa con Plutarco : Porreño con Santo Tomás : Luquillas con Avi cena : Benavente diciendo á Quintiliano que se haga allá á puras matracas, que no cabe y no le dexa á puros bungorros , chongorros, mongorros, lugar para media declamacion. Este no es loco, que es poco, es una casa de locos, porque ha hecho un libro podrido, como olla, y atestado de quantas legumbres, bazofias, cachivaches, tronchos, y chucherias ha hallado por las plazas y tiendas de aceyte y vinagre, y lo más gracioso es que los autores citados están en las márgenes tendidos sin saber que hacer allí, porque los de historia están en los Almanakes, y los Teólogos en lo que escribe de Guerras, y los Filósofos en la Teología;…»

«Y no admite respuesta lo que diré ahora (tráguelo el Doctor, y rebiente con ello) que el Librero es meramente mecánico, porque no es forzoso que el Librero sepa nada de los libros que vende, ni de las ciencias necesita sino de coser bien y engrudar, y estirar las pieles, cabecear y regatear, y el boticario es forzoso que sea latino, que sepa la Filosofía y el arte nobilísimo de componer los remedios, y en él está depositada toda la legalidad de la Medicina, y todo el Arte, y suficiencia : yo he visto en Madrid Boticarios examinados y curar, y en Alcalá salir de Boticarios para Catedráticos. Y para ser Librero no sé que sea menester más de lo dicho, y no tiene examen ni cosa que sea común, con ormas y cerote por razón del oficio, y pudiera el Doctor dexar la botica, y á su padre venda sus novelas pasadas, y el coche de Madrid y el Mesón del mundo, y este libro suyo, y infinitos de comedias , que son récipes para purgar las virtudes, y echarlas de los cuerpos: y los Boticarios venden récipes para purgar los malos humores, y otros males».

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