El sepulcro del Cardenal Cisneros
El sepulcro del Cardenal Cisneros es una de las muestras más bellas de la escultura funeraria en Europa. El reflejo en piedra de la fuerza y el poder de uno de los hombres más importantes en la España de la época.
Entre los años 1516 y 1517 Francisco Jiménez de Cisneros unió el ser Regente de Castilla a los títulos eclesiásticos de Cardenal de Santa Balbina, Arzobispo de Toledo, Primado de España e Inquisidor General. Quedaba ya muy lejos aquel tiempo en el que inició su carrera eclesiástica como Arcipreste de Uceda, pasando después a Capellán Mayor en Sigüenza. Su trampolín político fue conseguir la confianza de la reina Isabel la Católica, llegando a ser su confesor personal. A partir de este momento, logró ser caudillo de Orán y consejero en la anexión de Navarra. Pero sobre todo, fundó la Universidad de Alcalá de Henares e impulsó la Biblia Políglota Complutense. A pesar de todos estos honores, en el otoño de 1517 tuvo que partir hacia Santander para recibir al todavía príncipe Carlos, con el tiempo Rey de España y Emperador alemán. El futuro monarca, poco conocedor del sentir de la Castilla del momento, tenía en mente destituir de sus poderes civiles al Cardenal. El orgullo de Cisneros no tuvo que pasar por este mal trago. El ocho de noviembre de 1517, en la ciudad burgalesa de Roa, Cisneros se encontró con la muerte en un viaje casi imposible para un hombre de su edad. En su testamento donó su fortuna a la Universidad y pidió descansar en la capilla de San Ildefonso, no como un hombre poderoso sino con la sencillez de un fraile franciscano. Sus albaceas testamentarios hicieron caso omiso de la voluntad de Cisneros y mandaron esculpir el sepulcro más caro de la historia de España hasta el momento: 2100 ducados de oro.
Tomando como referencia el de los Reyes Católicos y el de su hijo el príncipe Juan, tenía que ser igual o mejor. La obra fue encargada al escultor florentino Domenico Fancelli, autor del mencionado sepulcro de los reyes Isabel y Fernando. Fancelli murió pronto y continuó la obra el burgalés Bartolomé Ordóñez. Muerto éste, se terminó en su taller bajo la dirección de su discípulo Pietro de Carona, siendo colocado en la capilla universitaria de Alcalá de Henares en 1521.
El sepulcro, en mármol blanco de Carrara, mezcla el gótico de Fancelli con el renacimiento de Ordóñez. En las esquinas se sitúan los cuatro grifos. Animales mitológicos esculpidos por el maestro florentino e idealizados como figuras alargadas y fantasiosas, mezclando águilas y leones; las primeras nos hablan de las fuerzas del cielo y las segundas de las de la tierra que, unidas de una manera simbólica, protegen a Cisneros. Sobre ellas, los cuatro padres de la iglesia católica (San Jerónimo, San Agustín, San Ambrosio y San Gregorio), con clara influencia de Miguel Ángel y trabajadas con gran detalle y realismo, como corresponde al sentir del momento.
Pero todavía queda algún mensaje claramente medieval en la obra; en el túmulo sobre el que reposa Cisneros aparecen cuatro figuras a cada lado. Representan enseñanzas de tiempos pasados: Quadrivium (Aritmética, Música, Astronomía y Geometría) y Trivium (Gramática, Retórica y Dialéctica). A esta última se incorpora la Teología, consiguiendo dar simetría al sepulcro. En el centro cuatro medallones con las imágenes de los padres de la iglesia española (San Eugenio, San Leandro, San Isidoro y San Ildefonso). A los lados de estos medallones, en la parte anterior y posterior del sepulcro, cuatro santos (San Juan de la Penitencia, Santiago Apóstol, San Francisco de Asís y Santo Domingo de Guzmán). En las esquinas superiores, las ya mencionadas figuras de los cuatro padres de la iglesia católica. Uniendo estas esculturas vemos guirnaldas de frutas entre las que aparecen muy deterioradas las figuras de Adán y Eva.
El yacente cuerpo de Cisneros nos muestra la cabeza hacia el altar, privilegio de los eclesiásticos, aunque lo que resulta más sorprendente es el rostro del Cardenal. Siguiendo una tradición castellana, el rostro de Cisneros se esculpió a partir de una máscara funeraria. Ordóñez no quiso idealizarlo haciéndolo joven y hermoso, si no, como era costumbre en Castilla, como un hombre de 81 años.
El sepulcro permanece en la actualidad vacío. Los restos del Cardenal Cisneros descansan en la Catedral-Magistral de Alcalá de Henares.
Los destrozos en el sepulcro se deben a distintos períodos. En un principio los estudiantes arrancaban trozos como si de talismanes se tratasen, obligando al Rector a mandar construir una bella reja renacentista a Nicolás de Vergara, realizada entre los años de 1566 y 1591 (actualmente gran parte de sus restos se encuentran en el Museo Arqueológico Nacional). El hecho de que las figuras del túmulo estén decapitadas ha dado que pensar en las tropas de Napoleón como las causantes de los daños, teoría que no está suficientemente documentada. Lo que sí está claro es que la mayor parte de los daños se deben a la Guerra Civil de 1936. El sepulcro se encontraba en la Iglesia Magistral, templo que ardió durante la contienda, desplomándose su techo de piedra sobre la tumba, lo que explica muchos de los desperfectos.
A la muerte del Cardenal, el gran erasmista Juan de Vergara escribió el epitafio que aparece en el sepulcro, auténtico resumen de una vida excepcional:
CHR. OPT. MAX
CONDIDERAM MVSIS FRANCISCVS GRANDE LICEUM
CONDOR IN EXIGVO NVC EGO SARCOPHAGO
PRAETEXTAM IVNXI SACCO GALEAMQVE GALERO
FRATER -DVX- PRAESVL- CARDINEUS
QVIN VIRTUTE MEA IVNCTUM EST DIADEMA CUCULLO
QVVM MIHI REGNANTI PARAVIT HESPERIA
OBIT ROAE. VI. ID. NOVEMB. M. D. XVII.
A CRISTO ÓPTIMO MÁXIMO.
ABIERTO HABÍA YO, FRANCISCO, A LAS MUSAS UN ESPACIOSO LICEO
ENCERRADO ESTOY AHORA EN ESTRECHO SARCÓFAGO.
LA PÚRPURA UNÍ AL SAYAL Y EL YELMO AL CAPELO
COMO FRAILE, GENERAL, GOBERNANTE Y PRÍNCIPE CARDENAL.
MÁS AÚN: POR MI TEMPLE SE UNIÓ LA CORONA A LA COGULLA
CUANDO EN MI REGENCIA ME OBEDECIÓ ESPAÑA.
MURIÓ EN ROA, EL 8 DE NOVIEMBRE DE 1517.
(Versión de Juan García Guijarro)