Arnao Guillén de Brocar y su taller de Alcalá de Henares

Arnao Guillén de Brocar y su taller de Alcalá de Henares

Arnao Guillén de Brocar fue posiblemente uno de los hombres más importantes para el Renacimiento español. Y lo fue, porque convirtió su oficio de impresor en el principal soporte del desarrollo intelectual de principios del siglo XVI en nuestro país.

Su relación con Alcalá de Henares, o mejor, con el proyecto renovador del Cardenal Cisneros, fue fundamental para el desarrollo y la proyección internacional de la ciudad como centro universitario.

Su primer contacto con España fue a través de Pamplona, donde llegó en 1490, pudiendo permanecer hasta más allá de 1501. Se estableció con un primer taller de impresión, casi como tanteando sus posibilidades como artesano o «empresario» y buscando prestigio y clientes en un mundo que comenzaba a ser muy competitivo. Libros litúrgicos, alguna obra menor para la catedral de Pamplona…

Luego Logroño, donde triunfó. Está en la ciudad en 1502 con nuevo taller e imprimiendo obras como las Elegantiae del toscano Agostino Dati. Muchas impresiones y prestigio, mucho prestigio. Hasta 1517 mantuvo su taller logroñés, permaneciendo incluso despueés de crear el nuevo de Alcalá de Henares, donde llegó en 1511, estableciendo su residencia habitual.  Eso sí, Arnao fue un hombre de negocios, que mantuvo talleres abiertos en diferentes lugares, controlando su actividad desde la que se podría definir como su sede principal complutense. En Logroño llegó a imprimir hasta ochenta y tres obras: literatura, obras religiosas, gramática (imprimió un importante número de obras de Antonio de Nebrija), textos médicos… En definitiva, consiguió lo que buscaba: prestigio y fama de gran impresor. Ya sólo faltaba que el arzobispo Cisneros se fijara en él para que formara parte de su Universidad de Alcalá de Henares.

Alcalá de Henares será su residencia habitual hasta su muerte en 1523 (otorgó testamento en Burgos, aunque no se sabe con seguridad donde murió). Por cierto, era francés, es posible que naciera hacia 1460 en Brocq, al norte de Toulosse, no muy lejos de Limoges. Se casó con María de Zozaya y tuvo tres hijos: María, Juan y Pedro. Una de sus hijas, María, se casó con otro gran impresor, Miguel de Eguía, que trabajaba en el taller complutense de Arnao. Es probable que el taller y la casa de Brocar se situara en el edificio renacentista situado en la calle Nebrija. El edificio, conocido como la antigua fábrica de hielo Gallo por los alcalaínos de hoy,  formaba parte del conjunto universitario y se debería conservar como centro de exposición y recuerdo del esplendor de la imprenta en nuestra ciudad.

El taller de Alcalá de Henares se convirtió en el gran centro de producción intelectual del proyecto humanista de Cisneros. Libros que entroncaban con el espíritu reformista franciscano, tratados científicos de gramática y otras materias del ámbito educativo, obras de devoción interior, ediciones que buscaban el pragmatismo a la hora de poder trasmitir las nuevas ideas en las parroquias, magníficos cantorales. Arnao trabajó y mucho, su fama trascendió a Alcalá de Henares y se convirtió en el artista más importante de la impresión de libros en España.

En este contexto, llegó el gran encargo del cardenal Cisneros: la Biblia Políglota Complutense. Editada a partir de 1514, es la obra cumbre de la tipografía española y europea de principios del siglo XVI. Sus tipos conforman un bello tapiz donde se armoniza la perfección técnica y el arte.

Un gran impresor y un gran «empresario», que llegó a ampliar las sucursales de su negocio con talleres en Valladolid (a partir de 1513, en el monasterio de Nuestra Señora del Prado) y Toledo (a partir de 1518, en el monasterio dominico de San Pedro Mártir).

Su fama fue tanta que llegó a conseguir de Carlos I privilegios de impresión para sus talleres, como el de la edición de bulas en el ámbito del arzobispado de Toledo.

En definitiva, un gran hombre en un mundo que cambiaba; una persona que dedicó su vida a lo que más amaba y que además sitúo a nuestra ciudad como uno de los más importantes centros de producción editorial de Europa.

Como mínimo, Alcalá de Henares debería recordar su memoria con algún monumento, además, por supuesto, de conservar el que posiblemente fue su gran taller complutense.

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