Uno de los planetarios más antiguos del mundo, Alcalá de Henares

Uno de los planetarios más antiguos del mundo, Alcalá de Henares

El Palacio Laredo es una de las joyas de la arquitectura del siglo XIX en Alcalá de Henares. Definirlo es hablar del romanticismo, del eclecticismo, del arts and crafts, de los neos en arquitectura y arte, del coleccionismo que rozaba con el espolio, de la idealización del pasado… Todo ello lo quiso plasmar Manuel Laredo en su idílica y excesiva residencia complutense. Su afán por poseer el pasado le llevó a comprar parte del antiguo castillo de Santorcaz, mandado reconstruir casi íntegramente por el arzobispo de Toledo Pedro Tenorio en el siglo XIV. Y en medio de su nuevo castillo alcalaíno reconstruyó y recreo la bóveda gótica central de aquella fortaleza, creó un salón donde pintó a los reyes de Castilla (desde Alfonso XI a Carlos I) y recuperó una leyenda que dice:

«El muy honrado y recto Señor Don Pedro Tenorio, Arzobispo de Toledo, primado de las Españas y Canciller Mayor de Castilla, mando facer de nuevo en su villa de Santorcaz este fuerte importantísimo y fortaleza valentima, como lo fue en tiempos de guerra y lo será en los tiempos de paz que ahora gozamos, quiera dios que persevere. año del nascimiento de nuestro salvador de mil e trescientos e setenta y siete años». 

Basándose supuestamente en restos de aquella bóveda, recreó el que se considera uno de los planetarios más antiguos del mundo, mostrando el firmamento como se entendía en el siglo XIV. Un gran círculo donde aparecen los 365 días del año, los signos del zodiaco, los meses, planetas, estrellas… Y todo ello sobre un intenso azul.

Manuel Laredo plasmó en la bóveda del antiguo castillo la idea que tenía del firmamento el hombre medieval. La antigua concepción aristotélica-ptolemaica, que más o menos se mantuvo hasta el siglo XVI, hacia de la tierra el centro del universo. Todo muy bien organizado en torno a esferas: la «primun móvile», la «stellarum», las esferas de los planetas (Saturno, Júpiter, Marte, Sol, Venus, Mercurio, la Luna y en el centro, la Tierra) y más allá el espacio vacío, sin tiempo, enorme, infinito, donde el cristianismo acabaría por situar a Dios.

Un motivo más para conocer este capricho; un palacio donde se mezclan los deseos y gustos personales de Manurel Laredo con la necesidad de buscar mundo utópicos en un siglo al que le costaba acercarse a la realidad.

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