Piedra Bezoar, remedios de otros tiempos en la botica del Hospital de Antezana
Piedra Bezoar, remedios de otros tiempos en la botica del Hospital de Antezana
Museo de la Mediacina del Siglo de Oro
La Fundación Antezana conserva un pequeño tesoro. Gracias a la generosidad de don Tomás Esteban, en el Museo de la Medicina del Siglo de Oro del Hospital de Antezana podemos admirar una piedra bezoar.
Un remedio médico, un talismán, antiguas creencias, diría yo que necesarias y que sirvieron durante siglos para agarrarse a la vida. Su nombre deriva de la palabra del árabe hispánico bazáhr, que a su vez tiene su origen en el término persa pad zahr , que viene a significar antídoto o protector contra el veneno. Se entiende la popularidad del bezoar desde tiempos remotos, sobre todo pensando en el repetido uso de diferentes ponzoñas para “poner remedio” a todo tipo de problemas sociales, políticos o personales. En todo caso, algunos bezoares, como los desarrollados a partir de acumulación de pelo, parece que en realidad si pueden actuar contra sustancias venenosas, como el arsénico. Un uso que siempre se asoció también a propiedades mágicas de distinta índole.
Una piedra bezoar es una especie de bola de diferentes formas y colores, formada por diversos materiales, como pelo o fibra de tejidos, que se ingieren. Se forma por acumulación de estos materiales en el estómago y suele obstruir los intestinos. Su formación ha sido muy normal en diferentes mamíferos, como en el caso de algunos rumiantes, aunque también en personas. Las más valiosas son las que conseguían tener forma esférica o semiesférica debido a los movimientos estomacales durante la digestión.
En las antiguas boticas, la piedra bezoar era un lujo. La creencia en sus muchas propiedades hacía que alcanzara precios muy elevados, e incluso que se llegaran a alquilar. La razón de la gran valoración hacia este tipo de piedras, que se llegaron a considerar semipreciosas, hay que buscarla en el hecho de que se convirtieran en objeto de deseo de los más poderosos durante el Siglo de Oro. La España de los Austrias llegó a ser el imperio más poderoso de la época, pero esta circunstancia también provocó miedos e inseguridades que se reflejaron en el mundo de la medicina y la farmacología. La necesidad de permanecer, el miedo a morir o la creencia en poderes ocultos o sobrenaturales aupó a este tipo de remedios a un estado de casi fe ciega hacia sus poderes curativos.
Tradiciones orientales, que nos llegaron a través de Al Ándalus, hablaban de sus efectos milagrosos y por ello poseer una piedra bezoar llegó a ser un privilegio. Se colocaban en las copas de los reyes o de los nobles más importantes para evitar que pudieran morir envenenados, como por ejemplo durante banquetes u otro tipo de fiestas. Los que no podían adquirir una de estas piedras se conformaban con alquilarlas en las boticas que disponían de ellas a precios muy altos. Un uso que estuvo también rodeado del boato y la pomposidad propia de la época. Se crearon copas especiales de plata, llamadas bernegales. Allí, después una hacerle una pequeña incisión, se colocaba el bezoar a la espera de que su magia imposibilitara cualquier daño a quien bebiera el líquido del recipiente.
La piedra que podemos ver en el Museo de la Medicina del Siglo de Oro es de forma esférica y tiene tamaño medio; una valiosa joya que nos habla de la manera de entender la medicina y la sociedad en el Siglo de Oro.
Y por último, habría que recordar que desde el punto de vista médico, la formación de una piedra bezoar puede provocar problemas más o menos importantes, como indigestión, náuseas, diarrea o úlceras gástricas.
Piedra Bezoar, remedios de otros tiempos en la botica del Hospital de Antezana
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