Aguas de Coslada «La Maravilla», purgantes y depurativas
Visitando la exposición «Se vende aquí» en el Centro Cultural Conde Duque de Madrid, me llamaron la atención los antiguos anuncios publicitarios dedicados a las aguas purgantes, curativas, balnearios, etc. Además de la riqueza cromática y la calidad artística de estos reclamos publicitarios, son interesantes como exponentes de cómo se interpretaba parte del desarrollo social, económico y hasta científico entre finales del siglo XIX y principios del XX.
El paso de los ríos Henares, Tajuña y Jarama por el territorio que rodea a Alcalá de Henares ha condicionado desde siempre sus características geográficas, morfológicas o históricas. En este caso me refiero a la riqueza en aguas minerales de cualidades medicinales que se pueden encontrar en las diferentes poblaciones de la zona.
En la exposición, hay un caso que me llamó la atención: el de Coslada. Quizá sea por ser un municipio convertido a partir de la segunda mitad del siglo XX en una de las zonas más importantes del área económica cercana a Madrid capital. El anuncio publicitario de «aguas de Coslada» nos habla de una etapa anterior, donde el paisaje era de grandes campos agrícolas, de explotaciones ganaderas y de las manchas verdosas provocadas por los ríos Jarama y Henares. Aquel pasado agrícola y ganadero desapareció hace mucho tiempo, también la configuración urbana y arquitectónica del municipio, convirtiéndose en una gran ciudad donde han elegido vivir muchos habitantes de la Comunidad de Madrid. Pero hubo una historia anterior que se debe recordar, que nos habla de una manera de vivir que dejó de existir no hace tanto tiempo.
La historia de las famosas «aguas de Coslada» comienza con la excavación en 1865 de un pozo de uso agrícola en un campo cercano al camino de San Fernando de Henares. La suerte quiso que se descubriera la singularidad de las aguas del pozo, de sabor salino y muy mineralizadas. Pronto sus propietarios se pusieron manos a la obra y comenzaron, aunque a pequeña escala, a vender su singular producto, que llegó a ser declarado de utilidad pública en 1867. A principios del siglo XX, Perfectino Vieitez adquirió el pozo con la intención de explotarlo de manera más dinámica y comercial. La época potenció este tipo de iniciativas en torno a la salud y al agua, llenándose el país de pozos, manantiales, lagos y establecimientos de tipo balneario, dando lugar a un incipiente y valorado turismo dedicado a la salud.
La competencia era mucha y había que singularizarse, por lo que Perfectino Vieitez encargó en 1903 un estudio del agua de su pozo al Instituto de Bacteriología Alfonso XII, dirigido por el ya prestigioso Ramón y Cajal. El Instituto certificó la riqueza mineral de las aguas, ricas en sulfato de sodio, por lo que ya sólo quedaba comenzar una campaña comercial en la que se utilizaría como reclamo incluso la figura de Cajal.
Así nació el manantial de aguas purgantes minero medicinales conocido como «La Maravilla», situado aproximadamente a un kilómetro de la estación de San Fernando de Henares (la zona está hoy completamente urbanizada). El negoció prosperó y las aguas naturales «La Maravilla» de Coslada adquirieron incluso cierta fama internacional, llegándose a autorizar su venta en París. En 1914 el negoció pasó al político Alejandro Lerroux, que quiso potenciarlo. Puede que por la mucha competencia, por la cada vez menor demanda…, el caso es que Lerroux no consiguió del todo su propósito. El negocio resistió la guerra civil de 1936, permaneciendo hasta los años 50 del siglo pasado. Posteriormente, el desarrollo demográfico y urbanístico de la zona acabó con cualquier posibilidad de sobrevivir.
La fama de las «aguas de Coslada» llegó incluso a la literatura, apareciendo en la obra de Camilo José Cela «San Camilo 1936»: «…aguas minero naturales de Coslada, no es un purgante más, es el mejor, analizadas y recomendadas por el Dr. Ramón y Cajal, este anuncio también lo dan por la radio después del pasodoble de casa Carmena, me voy a casar con…».
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