Luis Astrana Marín, un gran cervantista del siglo XX

Luis Astrana Marín, un gran cervantista del siglo XX

A Luis Astrana Marín no le caían bien los jóvenes de la que se acabó denominando Genaración del 27. El venía de la rectitud de la educación religiosa, de la  férrea disciplina del semanario de principios del siglo XX, y en parte por ese camino dirigió sus preferencias intelectuales. Hombre de rectitud clásica en sus gustos literarios, odiaba todo aquello que sonora a plagio o superficialidad. Amó profundamente la obra de Shakespere y Cervantes, y su vida personal reflejó la necesidad de subversión que casi siempre subyace en los grandes clásicos. Se relacionó con la masonería (pertenecía a la logia masónica de la calle Conde de Aranda de Madrid), llegó a tener fama de librepensador y escritor un poco de izquierdas, al menos hasta después de la Guerra Civil, cuando comenzó una etapa mucho más conservadora, aunque en la contienda no se acabó de identificar con ninguno de los bandos.

Su familia se dedicaba a la agricultura en Cuenca, en Villaescusa de Haro, donde nació en 1889. No muy lejos se encuentra Belmonte, con su imponente castillo y sus palacios y conventos. Su padre, que había estado en la Guerra de Cuba, decidió, como era muy normal en aquella época, que la única manera de que su hijo progresara o se formara era a través de la Iglesia. Y por ello, fue enviado a estudiar a los franciscanos de Belmonte y luego al seminario de Cuenca, donde estudió hasta 1909.

Luego, una gran revolución personal. Al hablar de este tipo de personas nacidas en la España agrícola de finales del siglo XIX o principios del siglo XX uno no puede dejar de pensar en su propia experiencia vital. Aquellos pueblos de la Castilla encerrada en siglos de introversión donde nacieron mis abuelos y mis padres era para mí como la experiencia de un viaje al pasado, a un pasado silencioso y monótomo, bello y legendario, caduco y sin futuro. Aquellos pueblos olían a muebles viejos, a tesoros escondidos en libros y documentos olvidados, a costumbres que contrastaban con la vida nueva de los barrios de emigrantes donde casi todos crecimos. Pero aquellas personas, en muchas casos forzadas al único camino de la religión como forma de progresar, de educarse, a veces escapaban de todo aquello y se convertían en un magnífico ejemplo de superación.

Puede que a Luis Astrana Marín le pasara eso cuando abondonó Cuenca, eso sí, con una sólida cultura humanística y muy bien formado. Todos aquellos recuerdos los plasmó en su primer libro: «La vida en los conventos y seminarios». Tuvo una gran facilidad para los idiomas y destacó en el conocimiento del latín y del griego. Luego llegó la necesidad de aprender lenguas modernas y recorrió Europa para formarse y mejorar su conocimiento del inglés, francés, portugués e italiano.

En 1911, se instaló definitivamente en Madrid donde ejerció de periodista, escritor, crítico literario, biógrafo, tertuliano en el café Gijón, Recoletos… Trabajó en El Imparcial, ABC (desde 1939), Iberia, El Liberal, La Mañana, La Correspondencia de España y El Heraldo de Madrid. No tuvo piedad con aquellos escritores de su época a los que pilló plagiando versos y textos de autores anteriores («Las profanaciones literarias: el libro de los plagios»), aunque algunas veces se equivocó o exageró sus críticas.

Magnífico traductor de Shakespeare, publicó la traducción de sus obras completas en 1929, y gran biógrafo: Cervantes, Shakespeare, Lope de Vega, Quevedo, Calderón, Cristóbal Colón, Séneca. También se acercó a la novela con obras como «Alejandro el Grande (novela picaresca moderna)» o «El cortejo de Minerva».

En 1948 comenzó a publicar su gigantesca, exhaustiva y documenta obra «Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes Saavedra» en siete grandes volúmenes, el último de los cuales se publicó en 1958. Un esfuerzo increíble y una labor de investigación ejemplar que le llevó a reunir 1410 documentos cervantinos inéditos. Fue Luis Astraba Marín quien documentó sin lugar a dudas que Miguel de Cervantes había nacido en la casa de la calle de la Imagen de Alcalá de Henares, convertida en museo en 1956. La recompensa a su esfuerzo fue la concesión de la Encomienda de la Orden de Alfonso X el Sabio en 1950.

En 1953 fundó la Sociedad Cervantina, situada en el edificio de la calle Atocha donde estuvo la imprenta de María Rodríguez Rivalde, en la que el impresor Juan de la Cuesta imprimió en 1605 la primera edición de El Quijote. Murió en Madrid en 1959 de una embolia cerebral.

Gracias a él, Alcalá de Henares puede afirmar con total seguridad ser el lugar de nacimiento de Miguel de Cervantes. La ciudad le dedicó una calle y una escultura (Roberto Castro, 1997), situada actualmente en la calle Colegios.

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