Pedro Ciruelo de Daroca, maestro en Alcalá de Henares
Pedro Ciruelo de Daroca, maestro en Alcalá de Henares
Aquello de «saber más que el maestro Ciruelo» es una antigua manera de expresar la admiración hacia alguien que resalta por sus conocimientos. Durante generaciones, fue una manera de definir el orgullo que nos provocaba una personas con grandes conocimientos, aunque también un poco vanidosa a la hora de exponer en público sus cualidades. Y es que el protagonista de esta historia pudo ser también un poco así.
Pedro Sánchez Ciruelo nació en Daroca en 1470 y fue un montón de cosas: filósofo, teólogo, entre astrónomo y astrólogo, matemático, músico y también gran conocedor de las artes de la brujería y del judaísmo.
Es curioso cómo una de sus obras más famosas fue la «Reprobación de las supersticiones y hechicerías…» (1538), que contó con varias ediciones, convirtiéndose en un auténtico manual de cómo hacer frente a las artes brujeriles, eso sí, demostrando un conocimiento exhaustivo de este tipo de prácticas.
Estudiante salmantino en 1482, tras los obligados estudios básicos de gramática y retórica en su Daroca natal. Logró en Salamanca la licenciatura en Artes, destacando sobre todo en matemáticas. En 1492 decidió completar sus estudios en París y allí se quedo casi diez años.
Pasó en París posiblemente una de las mejores etapas de su vida. Estudió Teología, conoció de primera mano las ideas renovadoras de los humanistas europeos y comenzó a centrar sus labor investigadora en la que quizá fue la disciplina que más le apasionó: las matemáticas. Llegó a impartir clases en la Sorbona e incluso publicó diferentes estudios relacionados con la aritmética (Tractatus arithmeticae practice) y la geometría. aunque la aventura parisina finalizó un poco de manera abrupta hacia 1502 con el regreso a España.
Luego vendría la cátedra de Filosofía en el Colegio de San Antonio de Portaceli de Sigüenza, en la que permaneció durante unos tres años, más tarde puede que la Universidad de Zaragoza y por fin, en 1509, Alcalá de Henares. Y es que el cardenal Cisneros no pudo dejar de fijarse en una de las figuras que más deslumbraban en el panorama intelectual de la época. Cisneros quería a los mejores y el curriculum de Pedro Ciruelo era perfecto.
En la Universidad de Alcalá de Henares fue el encargado de las enseñanzas de la teología tomista, aunque durante sus más de veinte años de maestro en la Complutense sobre todo destacó por su labor en la enseñanza de las matemáticas. En 1516 sorprendió a todos con su pedagógico y completo «Cursus quattuor mathematicarum artium liberalium». La obra se desarrolla conforme a la tradición académica de las artes liberales y se divide en cuatro partes: Aritmética, Geometría, Perspectiva y Música. La suma de ángulos, desarrollo de estructuras geométricas, estudios de la interpretación de grandes los grandes intelectuales árabes Ibn al-Haytham (Alhazen) y al-Kindi (Alkindus)… En fin, un gran compendio de saberes antiguos y modernos que le dio fama y popularidad.
Después vendrían tratados de Música, Geometría, Astronomía y Astrología, disciplina que según el propio Ciruelo “enseña a pronosticar los cambios naturales de los elementos y otros cuerpos inferiores mediante las fuerzas de los astros”.
Desde el punto de vista teológico, fue un acérrimo defensor de la ortodoxia católica, participando en 1527 en las reuniones convocadas en Valladolid para tratar sobre las ideas erasmistas, destacando entre los contrarios a las ideas del reformista holandés.
También conocía perfectamente la tradición cabalista judía, contra la que publico un obra, y sintió pasión por la doctrina aristotélica, considerando a las matemáticas como el caso más perfecto de demostración de la doctrina del filósofo griego. .
Entre 1533 a 1537 la vida le llevó a Segovia, donde ocupó un cargo en la Catedral. Después vendría Salamanca, donde murió en 1548 a la edad de 78 años.