La imprenta en Alcalá de Henares

LA TIPOGRAFÍA COMPLUTENSE

La imprenta en Alcalá de Henares se convirtió desde el comienzo de la vida académica en uno de los factores que más prestigio otorgó a la ciudad, convirtiéndola en uno de los principales centros culturales del renacimiento español. Su historia fue paralela a la de la Universidad: nació en los albores del siglo XVI. A lo largo de esta centuria, y a comienzos de la siguiente, alcanzó su máximo esplendor. A partir de la segunda mitad del siglo XVII comenzó una decadencia que finalizaría con la desaparición de la Universidad en el siglo XIX.

Desde los orígenes de la vida académica, fueron numerosos los talleres de imprenta que se instalaron por toda la ciudad e incluso algunos colegios universitarios tenían el suyo propio. Atraídos por esta industria, se instalaron en Alcalá de Henares grabadores, xilógrafos, y encuadernadores. La venta de libros se realizaba en los alrededores de la calle de Libreros, que todavía conserva el nombre. Así mismo, se celebraba una feria anual, conocida como de San Eugenio, en torno al 15 de noviembre, orientada a la compraventa de libros y otros enseres universitarios. Entre estos comerciantes destacamos a Luis Gutiérrez Maldonado, apodado «el Rico», siendo a menudo calificado como el librero de la Universidad.

 

La imprenta nació en Alcalá de Henares con Stanislao Polono, de origen polaco y procedente de Sevilla. En 1502 editó el primer libro complutense, la Vita Christi, de Landulfo de Sajonia, traducida por Ambrosio Montesino. Arnao Guillén de Brocar, de posible origen francés, tuvo talleres de imprenta en Alcalá de Henares, Pamplona y Logroño. A él encomendó Nebrija la edición de sus obras, por lo que no es de extrañar que luego fuera el responsable de la impresión de la Biblia Políglota Complutense, el más importante fruto de la tipografía alcalaína. Continuó su labor el navarro Miguel de Eguía, casado con una hija de Brocar llamada María y hermano de Diego Eguía, confesor de San Ignacio de Loyola. Protegido de Carlos V y del arzobispo Fonseca, tuvo el privilegio de ser el editor de las obras de Erasmo en España, lo que posteriormente le acarreará un proceso inquisitorial del que saldrá absuelto. La saga de los Brocar continuó con Juan, hijo de Arnao Guillén, que trabajó entre los años 1538 y 1560. Por estas fechas, en 1554 se publicó en Alcalá de Henares, aunque desconocemos el taller, la primera edición del Lazarillo del Tormes.

Otros impresores importantes del siglo XVI fueron: el flamenco Juan de Mey, Andrés de Angulo, que en 1569 editó De rebus gesti, biografía de Cisneros escrita por Alvar Gómez, y Juan Gracián, que publicó en 1582 los Diez Libros de Arquitectura de Vitruvio con xilografías de Juan de Vingles y en cuya imprenta también se publicó en 1585 la primera edición de La Galatea de Miguel de Cervantes.

La industria tipográfica continuó en el siglo XVII con nombres como Justo Sánchez Crespo, Antonio Deplastre, Antonio Vázquez y su viuda María Fernández, prolífica impresora que tuvo su taller en el edificio del actual convento de las clarisas de San Diego. Del siglo XVIII, ya en plena decadencia, tan sólo cabe destacar la edición en 1728, en el taller de José Espartosa, de la Historia de la ciudad de Compluto, vulgarmente, Alcalá de Santiuste y ahora de Henares obra de Miguel de la Portilla y Esquivel, primera historia completa de la ciudad.

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