Historias de la calle Mayor de Alcalá de Henares

De origen medieval, nació entre los siglos XII y XIII como propuesta de los arzobispos de Toledo en su villa de Alcalá de Henares. 396 metros de historia y arte que convierten a esta calle en la más larga de España con soportales. Hasta 1492, fue el eje de la judería. En aquella época presentaba un aspecto bien distinto al actual: en lugar de columnas o pilares de piedra tenía pies derechos de madera. El estamento judío, dedicado normalmente al comercio y al préstamo, tenía su vivienda en la planta alta y la tienda o comercio en la baja. La estructura soportalada permitía sacar la mercancía a la vista del público y al mismo tiempo protegerla de los agentes atmosféricos.

Primero el arzobispo de Toledo Pedro Tenorio y más adelante Carrillo de Acuña  y Cisneros fueron sustituyendo los antiguos pies derechos de madera por columnas de piedra que, a su vez, en su mayor parte, fueron  sustituidas por pilares de piedra en el siglo XIX. Todavía quedan columnas primitivas, fáciles de distinguir por su forma y por la decoración y policromía de sus capiteles, que corresponden a la tipología de los siglos XVI y XVII. En algunas de las columnas se pueden advertir restos de los colores rojo y azul con los que se policromaba  la calle durante las grandes celebraciones del Siglo de Oro. Además, se conservan rasgos del origen medieval de la calle, como antiguas mirillas en el techo de los soportales.

Durante el siglo XIX, sufrió diferentes transformaciones, como la alineación de las fachadas y la desaparición de los soportales de las calles que desembocan en la calle Mayor. En este momento, siguiendo las iniciativas de Manuel Laredo, primero como concejal de Urbanismo y luego como alcalde, es cuando la principal calle de Alcalá de Henares y su entorno va a adquirir el aspecto que conserva en la actualidad.

La estructura gremial de la calle, que corresponde con el antiguo Camino Real a Aragón, se refleja en las antiguas denominaciones de las vías que desembocan en la calle Mayor: de los Manteros, Alojería, Tocinería, Cerrajeros, Carnicerías, Tahona… Entre ellas está la calle de los Limoneros, que corresponde a la zona donde se asentaban aquellos que se dedicaban a la construcción o reparación de carros o carretas.

Según la definición del diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, una de las acepciones de la palabra «limón» es «cada una de las varas de un coche de caballos». Su actual nombre, Ramón y Cajal, sustituyó  al anterior de los Limoneros. Esta calle fue el lugar donde se asentaban quienes se dedicaban al oficio de carreteros, en especial aquellos que vendían piezas o elementos de los carros o carretas, en particular los famosos «limones».

En el entorno de la calle Mayor se situó la sinagoga principal de los judíos, de la que nos ha quedado el Corral de la Sinagoga, un bello espacio situado hacia la mitad de la calle y con entrada a través de un precioso adarve medieval. Adarves medievales, o antiguas calle o callejuelas de tradición medieval y características de las aljamas judías, de las que se conservan abundantes ejemplos en la calle Mayor y su entorno. Casi en frente del Corral de la Sinagoga se sitúa el antiguo Hospital de Antezana, una bellísima casa palacio del siglo XV convertida en hospital de caridad a partir de 1483. 

Muy cerca se situaba el callejón del Peligro, un lugar de muerte y de rencor, oscuro, sucio y estrecho, donde estudiantes, caballeros, villanos y todo tipo de personas desahogaban sus deseos de venganza con las armas. Peleas, trifulcas, robos, asesinatos, duelos y demás pendencias ejercían su ritual en este lugar sin apenas control de la autoridad. Duelo, o «duello», una palabra y una costumbre traída por los soldados españoles de los Tercios que sirvieron en Italia. Popularizaron resolver las afrentas de esta trágica manera, antes en Castilla era costumbre de caballeros, que se batían en buena lid.

El callejón del Peligro se situaba entre la calle Mayor y la de Escritorios, en parte del espacio que hoy ocupan edificios al oeste de la plaza de los Irlandeses. Una entrada angosta, como correspondería a un adarve de tradición judía, que daba paso a corrales con salida a la citada calle Escritorios a través de otro adarve. Un urbanismo de origen medieval que se desarrolló en el antiguo barrio judío como un confuso laberinto de estrechas entradas y escondidos patios.

En los años ochenta del siglo XX se construyeron los edificios de la actual plaza de los Irlandeses, reemplazando al callejón del Peligro, a la Posada de la Parra y a la antigua huerta y parte del claustro del colegio de Irlandeses. En la entrada a la plaza desde la calle Mayor se conserva una antigua puerta que cerraba el acceso al interior. Junto a ella, una placa con la siguiente leyenda: «La Posada de la Parra y el callejón del Peligro con el Patio de los Irlandeses son mi gozo y mi retiro»

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