Alcalá de Henares y su Palacio Arzobispal, Carlos Sarthou, 1927

«La patria de Cervantes. Alcalá de Henares y su Palacio Arzobispal», es el título del artículo divulgativo firmado por Carlos Sarthou Carreres para el número 1.889, de 31 de julio de 1927, de la revista Blanco y Negro. Un interesante reportajes, acompañado de unas bellas fotografías del autor, que refleja el creciente interés por el turismo en nuestro país y por el gran patrimonio monumental de Alcalá de Henares.

Carlos Sarthou refleja sus gustos artísticos y saca a relucir su carácter como pionero de la fotografía documental en España. Profesionalmente fue juez, pero su pasión fue la historia, el arte y la fotografía. Entre otros cargos, fue miembro de la Real Academia de la Historia, del Instituto Alfonso el Magnánimo y de la Hispanic Society de Nueva York, director del Centro de Cultura Valenciana o Cronista Oficial de Játiva, donde murió en 1971.

Artículo en la revista Blanco y Negro:

«La patria de Cervantes.

Alcalá de Henares y su Palacio Arzobispal

Por Carlos Sarthou Carreres

Monumentos hay a millares en nuestra Patria que, si bien no son ignorados, tampoco son tan conocidos como debieran ser. El palacio arzobispal, y hoy Archivo general del Reino, en Alcalá de Henares, es uno de ellos.

Muy cerca de la capital, a 26 kilómetros de Madrid, camino de Guadalajara, está la ciudad de Alcalá de Henares, que es cuna de Cervantes y sepulcro de Cisneros. Con este solo dato hay sobrado aliciente para visitarla. Y allá fuimos en un mal día ventoso y frío, máquina en ristre, aun cuando la lluvia y el sol se declararon en contra del objetivo fotográfico. Pero aun así hubo tiempo para verlo todo: el palacio, las iglesias, la Universidad, el parque de aerostación militar, y hasta para saborearlas famosas almendras de Alcalá.

La población es de agradable aspecto castellano, con sus calles empedradas a la antigua usanza, modernos jardines, históricos soportales en la plaza y calle Mayor, jardines y estatuas, fuentes y árboles de perenne verdura.

Cuando la romana Compluto pasó a dominio de los árabes, levantaron aquí, junto al río, una fortaleza denominada Al-Kala en Nahar, la cual fue tomada por el Ejército cristiano en 1114, reinando Fernando I, el Magnánimo. Después, en 1348, hubo aquí Cortes del reino, y Alfonso XI publicó el Ordenamiento Real de Alcalá. En 1499, el cardenal Jiménez de Cisneros fundó la Universidad; y en 1547 nació el famoso Manco de Lepanto, glorioso autor del no menos famoso Don Quijote de la Mancha.

En un templo, interiormente adornado de antiguos tapices, reverenciamos a la pequeña Virgen del Val, Patrona de la ciudad; las reliquias de los santos niños Justo y Pastor, que fueron decapitados aquí, en Alcalá, en el siglo IV por orden de Graciano, y las Sagradas Formas del Milagro en el edículo de mármoles del gigantesco retablo mayor renacentistas. En otro templo, Santa María la Mayor, visitamos la pila bautismal de Miguel de Cervantes, en la capilla del oidor. Y en la Iglesia Magistral (única de este título en España), el sepulcro del cardenal Cisneros, trasladado aquí desde la capilla gótica de San Ildefonso en su Universidad y obra renaciente y admirable de Dominico Florentino, defendida por rica balaustrada de bronce debida al escultor toledano Nicolás de Vergara. Ocupa tan bello sarcófago el centro de la nave crucera, con la central entre las grandiosas rejas del coro y del presbiterio del magnífico templo mayor, que es gótico, de tres naves y girola, y actualmente en detenida restauración. Su origen se remonta al siglo XII, y fue cimentado precisamente en el mismo solar donde la tradición asegura fueron martirizados los antedichos santos niños. Después el arzobispo Carrillo y Acuña, quien aparece sepultado en el mismo templo bajo arco gótico del muro y estatua tombal. Últimamente lo reedificó Cisneros con la grandiosidad que hoy admiramos y bajo la dirección artística de Pedro Guimiel. La torre parroquial, de amplia base cuadrada y numerosos ventanales que cuelgan campanas, es ya de un gusto arquitectónico muy posterior al esbelto frontispicio ojival del templo.

Contemporánea casi de este monumento es la Universidad, comenzada a fines del siglo XV y terminada en 1508, aun cuando la fachada principal, de puro arte Renacimiento español, es ya obra de Rodrigo Gil de Ontañón, labrada de cantería tres décadas más tarde. El edificio primitivo lo dirigió el arquitecto de Alcalá Pedro Guimiel, resultando grandioso, especialmente en el amplísimo patio central cuadrilongo, rodeado de dobles claustros superpuestos, el paraninfo con su bellísimo artesonado mudéjar y sus ventanales renacientes, cuyo celebrado salón de actos recae al patio trilingüe de P. de la Cotera, edificado en 1551. La estatua del fundador de este Colegio Mayor de San Ildefonso fue fundida en Roma por el escultor Vilches. Y las campanas que cuelgan en los vanos de la espadaña en el adjunto templo del santo titular, fueron hechas con los cañones tomados a los moros en Orán. Esta Universidad, rival de la de Salamanca, fue trasladada a Madrid en 1836, con su valiosa biblioteca, y así quedó en su lugar un Instituto de Segunda enseñanza, hasta la habitó la actual Comunidad de PP. Escolapios.

Antiguamente hubo en Alcalá 18 conventos de frailes.

Pero vamos ya al palacio arzobispal, objeto preferente de nuestra visita a Alcalá, pues con tanto rodeo apenas nos queda ya espacio para él es estas páginas de artística divulgación. Fue fundado por el arzobispo de Toledo Rodrigo Jiménez; pero de tan remota época apenas quedan vestigios, pues un incendio del siglo XIII lo destruyó, siendo reconstruido y agrandado por D. Pedro Tenorio, tutor y regente de Enrique III. Desde este arzobispo, casi todos los que le sucedieron en el cargo de la silla toledana hicieron obras en su palacio de Alcalá; pero dejando cada cual el sello de su capricho, sin someterse nadie a un plan general que evitase el amalgamado conjunto de desorden arquitectónico que ha resultado, y en el cual predominan los estilos árabe, gótico y renacentista en su más rica ornamentación, tanto en sus fachadas exteriores, como interiormente en patios y salones. El patio mayor, llamado de Fonseca, es plateresco, con verdaderas filigranas en puertas, escalera y dependencia. Dicho patio, como lo más rico y nutrido, se debe al citado arzobispo Fonseca, que encargó dichos patio, escalera y salones a los grandes maestros de su tiempo Berruguete y Covarrubias, prodigando su escudo sobre las obras.

Más antiguo es el salón de Concilios, pródigo en minuciosas labores mudéjares, ornamentando los vanos y artesonado, produciendo en conjunto un grandioso efecto, que será aun más soberbio después de pavimentado, decorado y terminado en su actual restauración.

La fachada principal es obra acabada la centuria decimosexta, con sus tres cuerpos de airosos ventanales platerescos y galería de arquetería rebajada del superior. Pero lo más notable quizá del conjunto son los ventanales del antedicho salón de Concilios y el inferior, que recaen a otras dos fronteras mostrando su artística combinación de estilo árabe, mudéjar, bizantino, gótico y renacentista.

En los cinco salones altos y otros muchos de la planta baja, que suman 49, con ricos artesonados en todos ellos, se instaló el Archivo general del Reino, con 60.000 legajos de interesantes documentos históricos, entre ellos los procedentes de la Inquisición de Toledo y de Valencia, y muchos papeles de Estado de llos siglos XVII a XIX, libros de la Cámara de Castilla, cartas reales y autógrafos de príncipes y personajes, el proceso de canonización de San Diego de Alcalá, las primeras Constituciones de su Universidad y muchísimos otros fondos de más moderno ingreso.

Parece ser que la sugestión de la lectura de un libro famoso nos hace pensar en su autor, y si éste es muerto, en su Patria, en su cuna o en su sepulcro. Y así nos ocurre con el famoso monumento literario, honra de de España y famoso en la humanidad, Don Quijote de la Mancha. Al no poder conocer ya al desgraciado literato (pues su infortunio le persiguió hasta más allá de su muestre, confundiendo sus restos con los huesos de vulgares personajes), sentimos el ansia de visitar la ciudad noble y castellana de Alcalá de Henares, donde vio la luz primera el Manco de Lepanto, y donde recibía las aguas del bautismo en un día desapacible y frío como el de nuestra visita en que tomamos estas notas gráficas y apuntes histórico-descriptivos para los amables lectores de Blanco y Negro.

Carlos Sarthou Carreres».

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