El Patio de Continuos o Filósofos de la Universidad de Alcalá de Henares

El Patio de Continuos o Filósifos de la Universidad de Alcalá de Henares es hoy un agradable jardín. En su origen fue el lugar donde se encontraban las salas de audiencias del Rector, Escribanos, Notarios y Procuradores. También estaban los almacenes de leña, carbón y harina, comunicando mediante una puerta en arco de medio punto con la cárcel universitaria. Es un patio que nos sirve para hacernos una idea de cómo fue la universidad de Cisneros: una universidad de ladrillo.

Lo que hoy vemos es en gran parte una restauración basada en planos de planta del siglo XIX, desconociéndose su verdadero diseño. Sabemos que el trabajo se mandó realizar a Juan de la Riba y que la obra, en 1545, fue tasada en 140.200 maravedís, por lo que se puede considerar un costoso trabajo. El conjunto fue restaurado en varias ocasiones pero, debido a la pérdida de rentas de la Universidad, se arruinó en el siglo XVII. Antonio Ponz, en su viaje por España de 1787, describe en este patio una crujía formada por 32 columnas en dos pisos, 16 en cada una de las plantas, siendo de orden compuesto y trabajadas en mármol. Para Ponz, es el más grandioso de los patios universitarios. Sus materiales fueron desmantelados en el siglo XIX por los propietarios privados tras la Desamortización.

Este lugar funcionó desde 1960 como residencia para los estudiantes latinoamericanos que recibían los prestigiosos cursos impartidos por el I.N.A.P en la ciudad de Alcalá de Henares antes del retorno de la Universidad, siendo actualmente la residencia universitaria San Ildefonso. En otro tiempo también albergó a estudiantes y criados, llevando estos últimos siempre una gorra más grande de lo habitual. Se sabe que, a cambio de su trabajo, se les proporcionaba comida, bebida, ropa, etc. Esta circunstancia dejó en nuestro lenguaje la palabra «gorrón». También la expresión «leonera» pudo ser originaria de este patio. Cisneros dio la posibilidad a estudiantes sin beca ni dinero de residir en grandes habitaciones conocidas como cámaras, con la única limitación del espacio. Los residentes en estas hacinadas salas eran conocidos como «camaristas». Nos las podemos imaginar desordenadas y con un olor que en la época se decía que era como el de las jaulas de los leones, dando origen al llamar «leoneras» a las habitaciones desordenadas.

Cuando conocemos a un mal estudiante se le llama coloquialmente «manta». El término surgió porque en la Universidad de Alcalá de Henares había una puerta de los burros que pudo estar en este patio. Salida de carruajes hacia el callejón de San Pedro y San Pablo, por ella también salían los suspensos siempre de noche. Fuera, los compañeros les esperaban para burlarse de ellos, reírse y, sobre todo, mantearles. Se dice que a los malos estudiantes de Alcalá de Henares se les llamaba «mantas» porque, tarde o temprano, iban a salir por la puerta de los burros e iban a ser manteados.

Por otro lado, es posible que la puerta hacia la plaza del Mercado (Cervantes) se conociera como «de la Gloria», por ser lugar de salida y los aprobados.

Dos destacadas obras de nuestra literatura recrean la vida de todos estos colegiales. Una es El Buscón, de Francisco de Quevedo y la otra Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán; y es que no hay que olvidar que Alcalá de Henares fue una de las mejores canteras de escritores del Siglo de Oro español.

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