El general Torrijos, morir por la libertad
El general Torrijos, morir por la libertad
Un soneto de José de Espronceda titulado «A la muerte de Torrijos y sus compañeros» puede resumir perfectamente el sentimiento que acabó despertando un hombre que murió por defender el derecho de las personas a defenderse ante la tiranía y la opresión. Un héroe clásico, aunque su vida transcurriera en la España de principios del siglo XIX, un mito idealizado y hasta puede que un símbolo casi utópico de la lucha por la libertad.
«Helos allí: junto a la mar bravía / cadáveres están ¡ay! los que fueron / honra del libre, y con su muerte dieron / almas al cielo, a España nombradía.
Ansia de patria y libertad henchía / sus nobles pechos que jamás temieron, / y las costas de Málaga los vieron / cual sol de gloria en desdichado día.
Españoles, llorad; mas vuestro llanto / lágrimas de dolor y sangre sean, / sangre que ahogue a siervos y opresores,
Y los viles tiranos con espanto / siempre delante amenazando vean / alzarse sus espectros vengadores».
José María Torrijos y Uriarte nació en Madrid en 1791. Hijo de andaluces asentados en la Corte al servicio del rey, a los diez años llegó a ser paje de Carlos IV. Poco después, con trece años, llegó a Alcalá de Henares para comenzar la carrera militar en el arma de ingenieros. En nuestra ciudad estudió en la Academia de Ingenieros, situada desde 1803 en el antiguo colegio convento de San Basilio Magno (basilios). La academia tenía una larga tradición que se remontaba a la época de Felipe II.
A partir de las reformas propuestas por el general José de Urrutia y aprobadas por Manuel Godoy, se desarrolló un programa de modernización de los estudias de ingeniería militar. Estos cambios traerán como resultado la academia abierta en Alcalá de Henares en 1803. En la actualidad, en el antiguo colegio de basilios se sitúa una placa, colocada en 1999, en recuerdo de la función militar que tuvo el edificio: “En este edificio estuvo la primera Academia de Ingenieros del Ejército desde su fundación en 1.803 hasta 1.823. Heredera del espíritu científico y castrense de las antiguas Academias de Matemáticas y Fortificación de Madrid del siglo XVI, Bruselas del siglo XVII y Barcelona del siglo XVIII, fue antecesora directa de la actual, hoy en Hoyo de Manzanares. La Academia de Ingenieros rinde homenaje con esta placa a su pasado, sintiéndose orgullosa de que su sede primera pertenezca hoy a la Universidad».
En esta academia estudió José María Torrijos y puede que de ella le viniera su espíritu liberal y contrario al absolutismo de Fernando VII. Es interesante destacar que miembros de esta academia, junto con los del Regimiento Real también asentado en Alcalá de Henares, fueron los primeros en sublevarse contra el invasor francés en 1808. Durante la Guerra de la Independencia la institución permaneció cerrada, aunque sus actividades docentes continuaron de manera provisional en Cadiz. Acabada la guerra, volvió a Alcalá de Henares, hasta que fue cerrada por Fernando VII al haberse significado el cuerpo docente de la academia a favor de la Constitución de 1812.
Torrijos formó parte de aquellos jóvenes que salieron de Alcalá de Henares en 1808 hacia Madrid para defender la independencia de España. En la Corte ayudó a los oficiales Daoiz y Velarde, fue hecho prisionero, a punto estuvo de ser fusilado por el comandante francés Joaquín Murat, y todo ello con sólo diecisiete años y con el grado de capitán. La suerte le acompaño, huyó a Valencia, Cataluña… Un joven valiente y famoso que estaba absolutamente convencido de la necesidad de luchar por la libertad y la independencia. Sus ascensos en el escalafón militar fueron rápidos. Con diecinueve años ya era teniente coronel y con veintitrés general de brigada. La guerra le convirtió casi en el perfecto ejemplo de estratega militar, hasta el punto de ser adulado y solicitado por ambos bandos. Participó en la batalla de Vitoria (1803), que significó prácticamente el fin de la Guerra de la Independencia.
Tras la guerra, Torrijos, como tantos españoles de su época, acabó profundamente defraudado por el trasnochado absolutismo de Fernando VII, se convirtió en un conspirador, participó en diferentes intentos de reinstaurar la Constitución de 1812, fue hecho prisionero y llevado a prisión. El famoso pronunciamiento de Riego le sacó de la cárcel y durante el Trienio Liberal siguió defendiendo casi de manera radical los valores constitucionales. Fue masón y miembro de una agrupación secreta conocida como La Comunería, cuya función era defender la Constitución.
Aquel intenso y revuelto siglo XIX no le dio tregua y siguió luchando en defensa de sus ideas e ideales. Luchó duró contra los Cien mil hijos de San Luis tras la invasión de 1823 con el objetivo de restaurar el absolutismo de Fernando VII. La derrota le llevó al exilio, primero a Francia y luego a Inglaterra, donde fue elegido líder de los liberales españoles más exaltados. El objetivo era derrocar al tirano Fernando VII y Torrijos lo intentó. En 1830, preparó un plan para iniciar una insurrección en la Península. A partir de entonces comenzó una especie de juego del ratón y el gato en el que los insurgentes hacían penetraciones en el país desde Gibraltar, que a su vez eran respondidas con auténtica crueldad por las tropas del rey.
Quizás fue su apasionada manera de defender sus convicciones lo que le cegó cuando fue engañado por las autoridades favorables al monarca. Convencido de que recibiría ayuda, en diciembre de 1831 desembarcó con sesenta hombres en la playa de El Charcón en Málaga. Todo fue una encerrona que acabó con la derrota de Torrijos y sus seguidores. Fueron llevados como prisioneros a Málaga. El 11 de diciembre a las once y media, sin juicio previo, fueron fusilados en la playa de San Andrés . Eran 49 personas. En el material que se les requisó aparecía la leyenda «Patria, Libertad e Independencia» y «Viva la Libertad!».