El arte de las artes, las Bernardas de Alcalá de Henares

En una plaza de Alcalá de Henares se encuentra un antiguo monasterio que cuenta con más de 400 años de existencia. Todo en él responde a lo que sintieron sobre el mundo, la religión, o la vida nuestros antepasados del siglo XVII. Nació gracias gracias a la devoción sentida hacia san Bernardo por un arzobispo de Toledo, don Bernardo de Sandoval y Rojas, que puso la primera piedra en 1618. Lo pensó para ser cisterciense y todo en él se ideó para este fin. Su iglesia, sentida como un bello homenaje a la soledad y sencillez de los rezos de clausura, mezcla las paredes blancas y desnudas con el esplendor de las maneras del arte barroco. Un templo de luz, donde todo se creó para ser visto y para mirar. Luz que entra como chorros y que pasa a través de los óculos y de la linterna, aunque, si me dejan, también les diría que a través de las paredes.

La mejor palabra con la que definir esta obra arquitectónica es grandiosidad. Sin demasiado esfuerzo, es fácil percibir el recuerdo de los siglos imaginando los antiguos roces de vestidos, las miradas, los gestos de las manos, la presencia del arzobispo de Toledo observándolo todo desde el balcón central o el oficio cisterciense en las voces de las monjas. Recuerdos de misas, de fiestas religiosas, de miedo a los franceses que rompieron la tranquilidad de la comunidad monástica y que llegaron incluso a decapitar la escultura de san Bernardo situada en la fachada.

El fin y principio del arte, la obra maestra de quien sentía su oficio, la arquitectura, como un destino vital y único. Así ideó Juan Gómez de Mora este conjunto monástico, consiguiendo la confluencia de muchos edificios en uno solo. Un juego de superposición de elementos arquitectónicos, artísticos e históricos construido sobre terrenos de la antigua almanjara o barrio musulmán alcalaíno; una perfecta síntesis del ideal barroco que envolvía a la sociedad española del siglo XVII. Su arquitectura se convirtió en el mejor ejemplo español de las maneras ideadas por Vignola en la Italia del siglo XVI.

La teatralidad, el juego de apariencias, el paso de lo fingido a lo real dan carácter a una arquitectura presentada por una fachada llena de fingimientos: un telón con tres puertas dispuesto para levantarlo y mirar. Al otro lado, el efectismo barroco nos muestra un templo de planta elíptica en el que se organiza el espacio de tal manera que deslumbra por su luz, sus formas amplias y curvas y por la sensación de potente contraste con una fachada que finge el interior. En realidad, en las Bernardas no se acota ningún espacio, el edificio forma parte, abierto, trasparente, de un espacio más amplio y universal.

Pero además, la iglesia de las Bernardas, ideada también como lugar público, actúa como eje de los «edificios» que completan el gran conjunto monumental. Girando a su alrededor, se abren tribunas que asoman al templo a través de fachadas con balcones; debajo, las capillas armonizan el espacio rodeándola, y al fodo, la Capilla Mayor, pensada a la mayor gloria y exaltación del espíritu litúrgico barroco, a la que se asoman el coro alto y el bajo.

Además, el arte de la contrarreforma aportó al templo de las Bernardas otro maestro indiscutible, el pintor italiano Angelo Nardi Suyos son los cuadros de las capillas y el mosaico de pinturas que forman el armónico conjunto de la Capilla Mayor. Y en el centro de ésta, como edificio de edificios, el dorado templete o baldaquino ideado por el jesuita Francisco Bautista.

Los espacios que se abren a los balcones o tribunas que rodean el gran templo fueron utilizados por los prelados toledanos y su corte durante sus estancias en el palacio Arzobispal de Alcalá de Henares. Estancias evocadoras que guardan la secreta grandeza de haber sido creadas para rezar y observar. Gracias al descubrimiento, en enero de 1997, de una escalera, actualmente estos espacios se comunican directamente, como en tiempos antiguos, con el templo.

Como han podido comprobar, en una plaza de Alcalá de Henares se encuentra un antiguo y monumental conjunto arquitectónico que fue monasterio cisterciense desde su construcción hasta el año 2000; una magnífica obra de arte, con más de cuatrocientos años, armónica, delicada y a la vez robusta, que se conserva, cuidada y renovada, como un orgulloso tesoro, ejemplo del patrimonio de nuestra ciudad.

Enrique M. Pérez

El arte de las artes, las Bernardas de Alcalá de Henares

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