Fernando de Mena, un gran médico del siglo XVI en Alcalá de Henares

Hubo una época en la que el esplendor de Alcalá de Henares era tal que la ciudad contaba con los más avanzados medios y los más prestigiosos doctores en, pòr ejemplo, la medicina. Un momento de gloria, de discusión, de poner en cuestión lo humano y. diría yo que también lo divino. Y entre todos aquellos maestros y estudiantes, un joven que acabó siendo uno de los grandes de la medicina del siglo XVI: Fernando de Mena.

Fernando nació en un pueblo cercano a Tomelloso y a Mota del Cuervo, Socuéllamos (Ciudad Real), no muy lejos de lugares tan importantes y bellos como Almagro, Valdepeñas, Viso del Marqués o Villanueva de los Infantes. Llegó joven a Alcalá de Henares para estudiar, y lo hizo bien y con provecho. Ingresó en el colegio menor de teólogos de la Madre de Dios, en la calle Colegios, y poco a poco fue alcanzando los grados de bachiller (1540), licenciado (1543) y doctor en medicina (1545). Siempre quiso ser médico, pero también fue un gran humanista, literato y un gran traductor de obras clásicas relacionadas con su vocación. Llegó a ser catedrático, primero de vísperas (por la tarde) y luego de prima (por la mañana) de la Universidad de Alcalá, prioste del Hospital de Antezana, pero sobre todo fue un buen maestro y un gran médico, tanto que acabó siendo (y lo fue hasta su muerte) «médico de cámara» de Felipe II (desde 1560).

Entre sus actuaciones médicas más famosas estuvo la que le encomendó el rey tratando de arreglar lo que no tenía remedio: sanar al príncipe Carlos de su caída por unas escaleras en el Palacio Arzobispal de Alcalá de Henares. Un imposible que hubiera requerido de las más modernas técnicas aplicadas a una persona que nació con importantes problemas de salud.

En su querida Alcalá de Henares fundó en 1568 un colegio para los suyos, su familia, los de su pueblo y los llegados de La Mancha: el Colegio Menor de San Cosme y San Damián, que pronto se conoció como Colegio de Mena. No duró mucho, debido al exiguo número de alumnos y a las pocas rentas: en 1759 se unió al Colegio de los Manchegos y en 1762 ambos al de los Verdes.

En 1585 murió en Madrid aquejado de una dolencia de la que era especialista uno de sus grandes discípulos: cálculos en el riñón, según diagnosticó Francisco Díaz.

Como escritor, se dedicó a lo que la época demandaba: sonetos dedicados a las Indias o historias ambientadas en la antigüedad clásica.

Sus obras relacionadas con las medicina son muchas y variadas, como el «Liber de ratione permiscendi medicamenta, quae passim medicis veniuntin vsum, dum morbis medentur», publicado en Alcalá de Henares en 1555.

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