El triunfo de San Agustín, Claudio Coello
Una obra pintada para Alcalá de Henares en el Museo del Prado
Colegio convento de agustinos recoletos de San Nicolás de Tolentino de Alcalá de Henares
El padre agustino fray Gregorio de Alarcón fundó en el siglo XVI un hospicio de la orden de San Agustín en unas casas de la calle de Santiago de Alcalá de Henares, que más tarde se trasladaría a otras de la calle de Mondragón. Este fue el origen colegio convento de agustinos recoletos de San Nicolás de Tolentino. Un gran mecenas, el arzobispo de Toledo don Bernardo de Sandoval y Rojas, permitió que el viejo hospicio cambiase a colegio universitario.
Y a partir de entonces, se sucedieron muchos cambios, como el traslado de nuevo a la calle de Santiago, el patronazgo de Antonio de Heredia en 1603 o el comienzo de las obras del nuevo colegio convento a parir de 1616. Bajo la advocación de San Nicolás de Tolentino, los agustinos recoletos permanecieron en él hasta la Desamortización de Mendizábal.
Atesoró fama, honores y magníficas obras de arte, como el lienzo que el maestro Claudio Coello dedicó a la apoteosis o triunfo de San Agustín; la factura de su iglesia sorprendía por su armonía y proporción, con su bella cúpula sobre tambor matizando el cielo de la antigua Complutum.
El siglo XIX fue duro, muy duro. Un siglo de cambios y transformaciones que otorgaron otros usos el antiguo colegio de agustinos, como el que dieron a su huerta los alcalainos, situando allí en 1840 la primera plaza de toros de la ciudad. Muchas historias nuevas se sucedieron desde entonces, como la transformación en casa particular perteneciente a doña Modesta Martínez, la destrucción de la cúpula, recuperada en 2006, y, por fin, el traslado en 1884 de monjas franciscanas de San Juan de la Penitencia o Juanas desde su arruinado convento de la calle de San Juan.
El triunfo de San Agustín de Claudio Coello.
Color y dinamismo barroco, una gran obra maestra de un joven pintor de 22 años que comenzó pronto a asombrar a la Corte. Claudio Coello y su primera gran obra, un encargo de los agustinos recoletos de Alcalá de Henares para su nueva iglesia que llenó el retablo del templo: nada menos que más de dos metros de ancho por casi tres de alto. Un aproeza que seguro deslumbró a los fieles y colegiales del convento alcalaíno. Un colosal San Agustín señala con su mano derecha el camino del cielo; con su mirada nos indica aquello de lo que debemos huir: el infierno en forma de dragón y el paganismo representado por el busto de un dios clásico. Todo ello unido a la solidez de una bella arquitectura clásica que se ve apoyada por la fuerza de las nubes. Y como contraste, un cielo azul luminoso, enfático, potente, muy madrileño.
El cuadro se mantuvo en la iglesia del colegio convento de Alcalá de Henares hasta 1836, en que, debido a la Desamortización, fue destinado al Museo Nacional de Pintura y Escultura o Museo de la Trinidad en Madrid. Este museo se creó en el antiguo convento de la trinidad calzada de la calle de Atocha en 1837, aunque no se inauguró hasta 1838. A este museo llegaron las obras de los conventos desamortizados de Segovia, Madrid, Toledo y Ávila. La colección se completó con nuevas adquisiciones por parte del Estado y con las obras incautadas al infante don Sebastián Gabriel de Borbón y Braganza, convertido al carlismo.
El Museo de la Trinidad permaneció hasta 1872, uniéndose sus fondos a los del Real Museo de Pintura y Escultura o Museo del Prado, fundado por Fernando VII en 1819 y situado en el edificio que había proyectado Juan de Villanueva en el Paseo del Prado.
A este nuevo museo llegó el cuadro que Claudio Coello pintó para Alcalá de Henares, y allí sigue, magnífico, mostrando la belleza y la rotundidad de una de las épocas más importantes de la pintura española.