LA TUNA DE LA UNIVERSIDAD DE ALCALÁ DE HENARES
Hace mucho tiempo, hacia el siglo XIII, una especie de secta de monjes y estudiantes vagabundos se dedicaron a escribir y propagar unos cantos festivos, burlescos y satíricos cuya más conocida manifestación fueron los famosos “Carmina Burana”.
Los Goliardos
Se les llegó a conocer como goliardos o, lo que es lo mismo, los de Golía (sinónimo de Goliat, que también hacía referencia a la gula y a otro tipo de vicios), es decir, los del diablo. Cantaban satíricamente al amor, a la vida errante, a las mujeres o al vino, y hasta se atrevieron a parodiar cantos religiosos. Y siguieron así por los siglos de los siglos, aunque sin tener muy en cuenta el consabido, moralista y aburrido amén de coletilla. El caso ha sido ir siempre contra corriente, coger la vida por su parte más divertida y, mientras se ha podido, plantar cara y mandar a freír espárragos a todo tipo de normas y estrecheces morales.
Todavía hoy, a pesar de los más descabellados intentos por someter a tan libertino, libertario y liberal clan (todo en el mejor sentido de las correspondientes palabras), quedan esforzados y valientes estudiantes que, a fuerza de dedicar su tiempo a asuntos tan loables y sanos como la juerga, las canciones o cualquier otro tipo de exceso o diversión, intentan mantener encendido e íntegro el fuego heredado de todos aquellos que les precedieron.
Ya saben, me estoy refiriendo a los tunos; gente atrevida que es normal que anden vagabundeando al ritmo de una canción, una aventura o un reto a lo largo y ancho de uno de los grandes santuarios de su magna y excitante cultura. Una tuna famosa en la historia universitaria española que hasta motivó la composición de Zarzuelas, con música de compositores como el Maestro Rubio (1904) o de José Ribas y Marcos Redondo, también de comienzos del siglo XX.
En nuestra universitaria Alcalá de Henares, aún la tuna forma parte de ese carácter único y vital que debe caracterizar a una ciudad que se identifica plenamente con los estudios y los estudiantes.
Enrique M. Pérez.
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