El jardín del antiguo Hospital de Antezana
El jardín o huerta del palacio de don Luis de Antezana y doña Isabel de Guzmán ha pasado por diferentes usos, adaptándose a las necesidades del antiguo Hospital de Nuestra Señora de la Misericordia o de Antezana, fundado en 1483. A principios del siglo XX, en este lugar se construyó una ampliación neomudéjar debida al arquitecto Martín Pastells con un diseño arquitectónico neomudéjar que recuerda al del Círculo de Contribuyentes. En esta ampliación se encuentra en la actualidad la zona principal de habitaciones de la Residencia Antezana. El arco de entrada desde el patio principal es también de principios del siglo XX y se construyó para dar acceso al jardín y al nuevo edificio de Martín Pastells.
El jardín conserva la que parece ser una antigua puerta a un posible adarve a la calle Mayor (sobre la puerta se sitúa una lápida de piedra posiblemente relacionada con un antiguo caballero de Antezana), un pozo (siglo XV / XVI), una antigua pila de piedra y un altar en forma de rocalla dedicado a la Virgen. Además, podemos aprender y observar el mecanismo y el funcionamiento de una bomba de agua manual que toma agua del pozo.
Pero además, desde este singular espacio, podemos admirar la parte trasera de la que fue iglesia del antiguo Colegio Convento de Capuchinos de Santa María Egipciaca (siglo XVII). La obra barroca se corona con un frontón, en cuyo vértice podemos ver un nido de cigüeñas.
En la actualidad, tras la restauración del edificio se incorporó el jardín diseñado por el arquitecto don Francisco Javier Huerta Pascual. El jardín es un remanso de paz desde donde contemplar los interiores de la medieval calle Mayor de Alcalá de Henares y disfrutar de los olores y la belleza de las plantas del jardín.
En jardín de temporada, (geranios, petunias, tagetes…) se mezcla con bellas hortensias, rosales, glicinias, boj y plantas aromáticas y trepadoras. Los árboles están representados, entre otros, por el madroño, el magnolio, el árbol de Júpiter, el ciprés, el olivo…
Un espacio que merece la pena conocer, en especial a la luz de la luna, percibiendo los contrastes y los matices provocados por la sinuosa iluminación, pero sobre todo disfrutando de la serenidad y el silencio.