La fachada de la Universidad de Alcalá de Henares
La fachada de la Universidad de Alcalá de Henares es la obra que mejor simboliza las ideas y la época en la que nació el estudio universitario complutense. El monumento ideado por Rodrigo Gil de Hontañón, decorado con formas del más delicado y exquisito plateresco, es una de las obras más importantes del renacimiento purista en España.
Pero, la Universidad fue mucho más que la portada de su Colegio Mayor de San Ildefonso. En su conjunto, la institución cisneriana supuso la fundación de más de cuarenta colegios menores a los que se unieron multitud de conventos, hospitales, imprentas y una cárcel para estudiantes que transformaron la villa medieval complutense en el primer modelo de ciudad universitaria de la Edad Moderna. Alcalá de Henares llegó a soñar, gracias a este legado, con ser la sucesora cristiana de la mítica Atenas.
El fundador, Cisneros, se valió del complutense Pedro Gumiel para trazar su ciudad del saber. Las construcciones en vida del Cardenal fueron sencillas y económicas, dominando el ladrillo sobre la piedra debido a la ubicación de Alcalá de Henares en la vega del Henares, lejos de las principales canteras. Muerto Cisneros, se puso en marcha, entre los años 1537 y 1553, la obra más emblemáticas del patrimonio complutense. Sobre una pared de ladrillo se sobrepuso la fachada en piedra del Colegio Mayor de San Ildefonso. El autor, Rodrigo Gil de Hontañón, consiguió con esta obra consagrar su nombre en la historia del arte español al ser uno de los monumentos más representativos del plateresco, período de nuestro renacimiento que recibe este nombre por recordar el trabajo de los plateros.
Todo el conjunto se puede apreciar como un auténtico museo de escultura al aire libre. Si nos fijamos en el Dios Pantocrator del frontón superior podemos sentir la influencia del Moisés de Miguel Angel y, buscando entre la infinidad de detalles, podemos encontrar mitología griega, calaveras medievales, soldados mongoles o ángeles renacentistas.
La obra, realizada principalmente en piedra caliza de Tamajón (Guadalajara), consta de tres pisos en los que se sobreponen cinco calles verticales. La central es la más rica en decoración y, a la vez, la que centra la mayor atención de toda la composición.
Primer piso.
En el primer piso, la entrada está rematada por una hermosa clave obra del vecino de Alcalá de Henares Claudio de Arciniega, uno de los grandes escultores de la fachada, que llegó a culminar su carrera trazando la Catedral de la ciudad de Méjico. A ambos lados de la portada, cuatro ventanas en cuyos frontones aparecen representados los padres de la Iglesia Católica (San Ambrosio, San Gregorio, San Jerónimo y San Agustín), sabios medievales que fundamentan los principios del cristianismo latino.
Segundo piso.
Sobre la puerta de entrada, el segundo piso nos ofrece una ventana suntuosamente decorada. En el medallón aparece San Ildefonso, santo al que está consagrado el Colegio Mayor y patrono de los Arzobispos de Toledo. Se encuentra flanqueado por dos bellos blasones de Cisneros, escudo que tomó la Universidad como suyo propio. Simbólicamente, esta ventana o balcón volado de hierro, creación de Hontañón y de gran repercusión en la arquitectura española del siglo XVII, se ve custodiada por dos expresivos alabarderos, soldados casi invencibles de Carlos V, esculpidos por el entallador Hans de Sevilla. Podemos intuir que esta ventana es la más importante de la Universidad al guardar tras ella el símbolo del saber: la Biblioteca Universitaria. Recordemos que estamos ante una obra del siglo XVI; la imprenta no ha hecho más que nacer por lo que los libros son aún valiosos y escasos. La Complutense, a pesar de todo, gozó desde sus primeros años de una excelente biblioteca, rica en códices de teología y pergaminos musulmanes de medicina. Enmarcando este conjunto, dos pares de columnas exentas con capiteles renacentistas. Sujetando las columnas, las mayores esculturas de la fachada, dos esforzados atlantes, obras del ya mencionado Claudio de Arciniega. Las ventanas laterales presentan dos medallones con las figuras de San Pedro y San Pablo que sujetan respectivamente las llaves y la espada, símbolos de la iconografía de estos dos seguidores de Cristo. La excelente obra de rejería de este segundo piso se debe a los maestros toledanos Juan de Villalpando y Ruiz Díaz del Corral.
Tercer piso.
Ya en el tercer piso, se descubre el impresionante blasón del rey Carlos I de España y emperador de Alemania como Carlos V. Al igual que en Toledo, el escudo se cobija bajo el águila bicéfala timbrada con la corona imperial. En el interior, un escudo cuarteado donde aparecen los reinos que consiguió reunir en su persona. Por parte materna, Castilla, León, Aragón, Sicilia y Granada, mientras que la herencia paterna comprendía Austria, Flandes, Borgoña, Brabante y el Tirol. Todo ello aparece rodeado por el collar de la orden del Toisón de Oro del que cuelga el Vellocino de Oro, símbolos que acompañan desde entonces a la heráldica de la monarquía española. A los lados, sendas columnas de Hércules donde aparece la leyenda «Plus Ultra», recordando que estamos en una época de largos viajes a América y África. Sobre las columnas, dos cruces borgoñesas tildadas con las coronas imperial y real, reflejo de los títulos de emperador y rey.
Bordeando las armas de Carlos V, dos pares de pilares exentos y angulados apoyados sobre plintos. Entre ellos, dos figuras a la romana. La de la izquierda sostiene en su mano la cabeza de una mujer, estando por tanto ante el mito de Perseo y Medusa. Perseo, hijo de Zeus y la humana Dánae, luchó contra las tres gorgonas, monstruosas mujeres cuyos cabellos eran serpientes. Sus miradas eran tan penetrantes que transformaban a los hombres en estatuas de piedra. Atenea, diosa de la sabiduría, ayudó al héroe a matar a Medusa, la única de las tres hermanas que era mortal. Su cabeza sirvió a Perseo como arma para liberar a Andrómeda y así conseguir reinar junto a ella. Finalmente, la cabeza es entregada a Atenea junto al escudo en el que se reflejó Medusa, pieza clave de la victoria. Estos atributos sirvieron para simbolizar a la diosa del saber y de la guerra durante el Renacimiento, por lo que para casi todos los autores estamos ante una representación de esta divinidad.
En el lado de la derecha aparece una mujer que, en un principio, se creyó que podía representar a Andrómeda. Interpretaciones más recientes hablan de la ya mencionada Palas Atenea. Se basan en su atuendo guerrero y en que en una mano sostiene un búho y en la otra una pluma, elementos que caracterizaron a la diosa de la sabiduría. Sin embargo, hay investigadores que ven en sus manos una hoja de palma y una paloma, símbolos respectivamente de la Victoria y la Paz, con lo que deducen que nos encontramos ante una visión erasmista del emperador como gobernante, sabio y pacificador. Lo cierto, es que nos encontramos frente a uno de los últimos edificios con figuras mitológicas, ya que el Concilio de Trento (1545-1563) prohibirá este tipo de representaciones.
Sobre los diez ventanales superiores, que nos podrían sugerir los Diez Mandamientos, resaltan, como reminiscencia del arte gótico, las gárgolas. Esculpidas por Juan de Miera, en el trabajo escultórico se mezclan fantasías animales y humanas.
Frontón superior.
Finalmente, el frontón triangular con la figura de Dios Padre, obra, junto al escudo del emperador, del salmantino Juan Guerra. Rematando el frontón, cuatro figuras humanas unidas por guirnaldas de frutas. Las de la izquierda son dos varones, uno joven y otro viejo, sucediendo lo mismo a la derecha con dos mujeres, representación del paso del tiempo. En el vértice, una custodia, símbolo de Cristo. A la misma altura, una balaustrada con 12 antorchas que podrían hacer referencia a las lenguas de fuego de Pentecostés, símbolos del Espíritu Santo y al mismo tiempo imágenes del saber de la cristiandad.
Cordón franciscano.
Enmarcando el cuerpo principal y la puerta de entrada, cuelga el cordón en piedra de la orden de San Francisco de Asís con los nudos que representan los votos de pobreza, obediencia y castidad.
Sentido de la fachada.
En resumen, la fachada de la Universidad de Alcalá de Henares es el símbolo de una ideología, de una manera de entender el mundo. Nos muestra el saber, el conocimiento, del hombre del Renacimiento y refleja la importancia que tuvo para los Arzobispos de Toledo la cultura y las artes.
La obra se realizó durante el episcopado de dos grandes prelados, Alonso de Fonseca (1524-1534) y Juan Tavera (1534-1545), verdaderos príncipes de la Iglesia que se rodearon de los grandes arquitectos del momento: Juan de Alava, Luis Vega, Diego de Siloé y Alonso de Covarrubias. Posiblemente la circunstancia de no encontrar a ninguno de ellos libre para realizar una nueva obra obligó al Rector a confiar en Rodrigo Gil de Hontañón, arquitecto que había trazado la torre de la actual Catedral Magistral.
Rodrigo Gil de Hontañón consiguió en esta obra sorprendernos con una original fachada cargada de elementos iconográficos, de la que podemos extraer múltiples lecturas en torno al pensamiento del mundo renacentista. Sentimos como a través de la puerta del estudio se llega a Dios. Percibimos la idea jerárquica en la que sólo Dios se encuentra sobre el Emperador y en la que el tiempo está por encima del estudio, de los hombres de iglesia y de los reyes, pero a la misma altura que Dios.
La fachada es un telón con múltiples significados a partir de los cuales se puede llegar de muchas maneras a descifrar el saber de la época. Sólo el autor supo realmente lo que quería representar. Hoy podemos pasar horas frente a ella extrayendo interpretaciones o simplemente disfrutando de la belleza de sus líneas.