Gaudeamus igitur
iuvenes dum sumus;
post iucundam iuventutem,
post molestam senectutem,
nos habebit humus.
«Así pues, disfrutemos/ mientras somos mozos;/ tras alegre juventud,/ tras la dura senectud,/ bajo tierra todos»
Si forman parte del mundillo universitario o si han asistido a ceremonias de cierto postín en alguna de nuestras universidades, casi con total seguridad habrán escuchado las voces de un coro que entona los versos que acaban de leer. Es fácil adivinar que se trata del ilustradísimo y sapientísimo himno conocido como “Gaudeamus igutur”.
Si su interés por estos aspectos del protocolo académico va más allá del simple recuerdo de tan pegadiza melodía, quizá quieran conocer el origen de este famoso canto a las teóricas virtudes de estudios y estudiantes. Pues bien, aunque parezca cosa reciente, y para nosotros lo es ya que se empezó a utilizar en España tan sólo a partir del siglo XIX, su historia se remonta a más de seiscientos años.
El núcleo inicial de la composición es una auténtica amalgama de diversos contenidos, aunque se sabe con seguridad que su origen está en un salmo penitencial latino que se podría fechar hacia el año 1267. De esta época es la base de las estrofas número tres y cinco, donde queda reflejado el sentido pesimista existencial de la Edad Media. El tema del «Ubi sunt» nos habla de la brevedad de la vida, de la desaparición de nuestros antepasados y de la muerte que a todos nos llega. Como podemos apreciar, en esta primera etapa del himno no aparece precisamente un tono demasiado festivo ni juvenil.
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Ya llegado el Renacimiento, el himno va a sufrir una importante transformación. El mundo se ve de otra forma y se toman modelos clásicos de comportamiento. Siguiendo la línea del epicureísmo griego, el hombre llega a la conclusión de que ante la brevedad de la vida lo bueno es disfrutarla lo más y mejor posible. El horaciano «carpe diem» resume la nueva postura ante la existencia, que va a quedar reflejada en el himno cuando se le añade, delante de las otras, la que es hoy la primera estrofa. Es evidente que ésta no fue en un principio la primera, y como prueba ahí está el conclusivo latino «igitur» (por lo tanto) que nos habla de que en algún momento debió de ir colocada en un lugar inferior. Lo cierto es que con esta estrofa, que da título al himno, va a cambiar su sentido y aunque todavía siga apareciendo la idea del destino fatal, va a hacerlo de una forma menos concluyente y después de haber hecho referencia a la alegría de la juventud.
Con esta nueva base renacentista, el himno va a recibir la libertina influencia de un tipo de poesía de origen medieval que se conoció como goliárdica o goliardesca. Hacia el siglo XIII, una especie de secta de monjes y estudiantes vagabundos se dedicaron a escribir y propagar unos cantos festivos, burlescos y satíricos cuya más conocida manifestación son los famosos «Carmina Burana«. A estos grupos se les conocía como goliardos o, lo que es lo mismo, los de Golia (sinónimo de Goliat, que también hacía referencia a la gula y a otro tipo de vicios), es decir, los del diablo. Cantaban satíricamente al amor, a la vida errante, a las mujeres o al vino y hasta se atrevían a parodiar cantos religiosos, aunque, eso sí, siempre sin abandonar la idea del destino fatal y pesimista de la vida como decorado de fondo. De esta manera, el antiguo «Gaudeamus» va a entrar a formar parte de las composiciones festivas y jocosas propias de los estudiantes.
En cuanto a su lugar de origen, es casi seguro que tuvo que estar en el mundo latino. Es posible que proceda de centros de estudio de Francia o Italia e incluso se le ha relacionado con estudiantes españoles a través del colegio de San Clemente de Bolonia, fundado por el arzobispo de Toledo Gil Alvarez de Albornoz en el siglo XIV. Pero lo más importante para la historia del «Gaudeamus» es la referencia que tenemos de un tal Dominico Strada que decía haber llevado el canto en el siglo XVI desde Bolonia a Alemania, con lo que queda demostrada su “huida” desde el sur de Europa al mundo germánico.
En Alemania siguió siendo un canto festivo estudiantil, que adquirió su forma definitiva a partir de 1776 en las universidades alemanas de Jena y Halle. En este ambiente se le dio un carácter casi obsceno y se le añadieron algunas estrofas, hasta que por fin tomó forma como himno académico gracias a un profesor de Halle llamado Fassung von C. W. Kindleben. Este teólogo, literato y predicador quiso transformar el canto dándole un sentido moralizador y de alabanza a las buenas costumbres académicas. No se sabe si siguió algún tipo de consigna por parte de las autoridades competentes en la materia, pero lo cierto es que la reconversión que sufrió el himno gracias a tan erudito maestro fue radical. Sus poco morales estrofas pasaron a ser un angelical canto a las virtudes de quienes representaban lo social y políticamente correcto. Por ejemplo, cambió la estrofa número dos, iniciando con ella los «vivas» a la universidad, a los estudiantes, al gobierno y a los estudios. En 1782 se le añadió, para darle aun un mayor sentido oficialista y “pedagógico”, la estrofa número seis y a principios del siglo XIX se agregó la número siete. Sólo aparece una estrofa, la ocho, que se inicia con un «muera», haciendo referencia a todo aquello que está en contra del mundo que ensalza la composición. Ya ven, la perfección absoluta.
Un aspecto importante y muy conocido del himno es su música. Lo más seguro es que también tenga un origen medieval, siendo la base de la definitiva que se le dio en Alemania hacia 1758. Desde entonces, el uso del texto y la música por escritores y compositores ha sido bastante normal. Versiones del «Gaudeamus » fueron tomadas por autores como W. Günter hacia 1717 y posteriormente por Goethe y Schiller. En 1867, se publicaron bajo el título del himno una colección de poesías del escritor Joseph Victor von Scheffel. La música se incorporó al mundo clásico al utilizarla Johannes Brahms en el final de su Opus 80 en la «Obertura solemne para un festival académico» de 1880. También la aprovechó Berlioz como tema musical en su obra «El nacimiento de Fausto».
Mención aparte merece la palabra «gaudeamus» y su tradición festiva y literaria. Siempre se la ha tomado como sinónimo de fiesta, comida y bebida. Cervantes en el «Licenciado Vidriera» la utiliza al hacer referencia a una larga lista de vinos y en «Rinconete y Cortadillo» la vuelve a usar con el mismo sentido de borrachera y regocijo.
Como resumen, y aunque me duela decirlo, este glorioso y “correcto” himno académico no es más que una amalgama de recurrentes tópicos que mezclan lo medieval con las ideas académicas de la Alemania del siglo XVIII, aunque, sin alcanzar la espontánea, sincera y rompedora calidad poética de otras composiciones de tradición goliardesca.
Enrique M. Pérez.
Texto completo del “Gaudeamus igitur”:
- Gaudeamus igitur / iuvenes dum sumus / post iucundam iuventutem / post molestam senectutem, / nos habebit humus.
- Vivat Academia, / vivant professores!; / vivat membrum quodlibet; / vivant membra quaelibet!; / semper sint in flore.
- Vita nostra brevis est; / brevi finietur. / Venit mors velociter, / rapit nos atrociter, / nemini parcetur.
- Vivat nostra societas; vivant studiosi; / crescat una veritas; / floreat fraternitas, / patriae prosperitas.
- Ubi sunt qui ante nos / in mundo fuere?. / Vadite ad superos, / transite ad inferos, / ubi iam fuere.
- Vivat et respublica / et qui illam regit; / vivat nostra civitas, / Maecenatum charitas, / quae nos hic protegit.
- Vivant omnes virgines, / graciles, formosae; / vivant et mulieres / tenerae, amabiles, / bonae, laboriosae.
- Pereat tristitia; / pereant osores; / pereat diabolus, / quivis antiburschius / atque irrisores.
- Alma mater floreat / quae nos educavit, / caros et conmilitones / dissitas in regiones / sparsos congregavit.