Diego González de la Vega, pintor barroco, Hospital de Antezana
De la vida de este pintor madrileño no sabemos demasiado. Si sabemos, en cambio, que su fama como pintor religioso fue mucha y que su obra contribuyó a ensalzar la religiosidad barroca del final del reinado de los Austrias.
Perteneciente a la escuela madrileña, Antonio Palomino lo define como un buen pintor y un buen discípulo de Francisco Rizi, al que acaba imitando con especial brillantez.
Trabajó, como era normal en el Madrid de la segunda mitad del siglo XVII, para numerosas instituciones religiosas, aunque su fama trascendió a la Corte y encontramos obra suya, por ejemplo, en Alcalá de Henares.
Sabemos que vivió en la calle de los Estudios en Madrid, cerca del Colegio Imperial de la Compañía de Jesús. Había nacido en la segunda década del siglo XVII, se casó y se formó como pintor en un Madrid donde proliferaban los talleres de los mejores artistas llenos de discípulos trabajando y formándose. Tras enviudar, se ordenó sacerdote. Pasó, ya como religioso, por varias congregaciones (el Salvador, Hospital de los italianos). Murió en 1697.
En su obra se percibe la influencia de Francisco Rizi, aunque también un gusto algo arcaico por el tenebrismo, que quedó matizado con el tiempo por la influencia del pintor Francisco Camilo, con sus pinceladas sueltas y dinámicas, contrastes de color brillantes y un cierto alargamiento manierista de las figuras.
En 1669 firmó la decoración pictórica del retablo de la capilla de san Ignacio en el Hospital de Nuestra Señora de la Misericordia (o de Antezana). La gran figura de san Ignacio de Loyola, canonizado en 1622, centra la acción del lienzo, cuyo fondo se define con un paisaje difuminado con ángeles que rodean al santo, con el símbolo de la Compañía, con los Ejercicios Espirituales y con la representación de la divinidad. La enorme y estilizada figura de san Ignacio, vestido de un negro intenso, contrasta con los colores del fondo, dando al conjunto un marcado carácter barroco.
Otras obras suyas importantes conservadas (muchas se perdieron debido a la desamortización del siglo XIX), los cuadros de la Vida de la Virgen (1669, convento de mercedarias de don Juan de Alarcón, Madrid), Jesucristo coronando a san Ramón Nonato (1673, Museo del Prado), Virgen del Carmen (1676, carmelitas de Alba de Tormes), Virgen con san Felipe Neri (1692, Museo Diocesano, Sigüenza), serie del apostolado (conservadas seis pinturas en el Museo del Prado, posible procedencia de la iglesia del Salvador de Madrid)…
Adquirió cierta fama debido a sus pinturas (dos lienzos de 1679, uno dedicado a Diana y Venus en sus carros y otro representando a Julia ante Julio César y Pompeyo) destinadas al efímero arco de entrada situado junto a la iglesia de Santa María de Madrid, como homenaje a la entrada en Madrid de María Luisa de Orleans (mujer de Carlos II). Como recuerdo de aquellas pinturas nos quedan dos aguafuertes sobre el mismo motivo que nos hablan de su faceta poco conocida como grabador.
Diego González de la Vega, pintor barroco, Hospital de Antezana
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